Desde la finalización de las misiones Apolo, quienes abogan por una presencia humana en la Luna han presentado sus argumentos para volver al satélite principalmente basándose en dos conjeturas afines. La primera de ellas es que la financiación es el obstáculo más grande a superar para posibilitar el retorno de los seres humanos a la Luna. El segundo supuesto es que un mandato presidencial (estadounidense) enfocado en  “la vuelta del hombre a la Luna para quedarse” sería la única manera de resolver el problema de la financiación.

Pero, ¿por qué volver a la Luna?

Actualmente, la NASA no tiene planes de enviar seres humanos a la Luna, y en su lugar se centra en llegar a Marte en la década de 2030. Chris McKay, astrobiólogo de la NASA, y otros piensan que no podemos poner el pie en Marte si antes no aprendemos a acampar en nuestro propio jardín.

«Mi interés no es la Luna. Para mí la Luna es tan aburrida como una bola de cemento», comenta McKay. «Pero no vamos a tener una base de investigación en Marte hasta que podamos aprender cómo hacerlo primero en la Luna. La Luna actúa como anteproyecto de Marte.»

Una base lunar proporcionaría una valiosa oportunidad para poner a prueba nuevos sistemas de propulsión, hábitats, comunicaciones y sistemas de soporte vitales antes de que los lleven los astronautas a Marte, que supone un viaje de 9 meses frente a sólo un par de días que se tarda en llegar a la luna.

El problema es que la NASA tiende a pensar que sólo puede permitirse ir a la Luna o a Marte, pero no a ambos. Si McKay y sus compañeros están en lo correcto, esto significa que podríamos darnos el lujo de hacer ambas cosas; sólo se necesita adoptar un nuevo enfoque.

(Imagen ampliable) Distancia de la Tierra a la Luna y de la Tierra a Marte. Las proporciones tanto en las distancias como en los tamaños relativos de los cuerpos son precisos, si bien éstos han sido aumentados para hacerlos visibles (de otro modo desaparecerían). Imagen: ¡Qué Fuerte es la Ciencia!

¿Cómo lo haríamos?

Un artículo escrito por McKay y publicado en un número especial de la revista New Space explora la manera en la pionera estación lunar podría ser construida en el borde exterior de los cráteres del polo norte, ya que esta zona recibe la luz del Sol durante prácticamente todo el año, aportando de esta manera energía solar a los equipos que se alimentan de ella.

Esta ubicación también podría brindar la oportunidad de proveer de energía a robots autónomos que podrían excavar en busca de hielo y así recoger agua que sería usada para soporte vital, oxígeno e incluso podría ser procesada para producir combustible para cohetes.

Muchas de las propuestas empiezan con la exploración robótica para sondear la ubicación perfecta para un asentamiento permanente. A continuación, palas excavadoras adaptadas podrían nivelar el terreno para facilitar los aterrizajes posteriores y generar el hábitat necesario mientras que otros robots instalan paneles de energía solar.

Tras la llegada de los módulos habitables, quads robóticos adaptados para la superficie lunar podrían ayudar a configurarlos para que estén listos cuando lleguen los seres humanos.

Imagina una pequeña base lunar en el polo lunar operada por la NASA o por un Consorcio Internacional y modelada a imagen de la Base Antártica en el Polo Sur con una tripulación de unas 10 personas consistente en personal e investigadores de campo que rotaría tres veces al año. La actividad principal sería una investigación de campo complementaria seleccionada a través de propuestas revisadas por pares. Nadie viviría en la base de forma permanente, pero siempre habría tripulación presente. La base requeriría de un apoyo fundamental por dispositivos robóticos tanto autónomos como operados por control remoto.

¿Qué tecnologías que necesitamos para sobrevivir?

A un nivel básico, ya sabemos cómo sobrevivir en la Luna, porque los seres humanos han estado viviendo en la Estación Espacial Internacional durante años.

«Las tecnologías PLSS

[Sistema de Soporte Vital Primaria] se han probado en el espacio, en la Estación Espacial Internacional, durante los últimos 14 años,» escribe Lynn Harper, del Centro de Investigación Ames de la NASA, en referencia al sistema de soporte vital que recicla el agua en la estación espacial y equilibra los niveles de oxígeno y dióxido de carbono. “Tenemos acceso al nivel de tecnologías de soporte vital suficiente como para permitir el primer asentamiento humano en la Luna en la actualidad».

Una vez están los requerimientos mínimos satisfechos, el equipo estima que a precio de lanzamiento de hoy, SpaceX podría encargarse de la entrega del resto de suministros esenciales para una tripulación de 10 personas por no más de 350 millones de dólares al año.

Ejemplo de máquina robotizada creando el contorno de uno de los módulos. Imagen: Behnaz Farahi y Connor Wingfield/NASA

La última década ha visto también el amanecer de toda una industria espacial flamante que toma avances existentes en la tecnología y los configura para su uso en el espacio. Estos avances en tecnología no espacial tienen implicaciones directas para la reducción de costes en el espacio: la impresión en tres dimensiones, pequeños aparatos electrónicos y computadoras, sistemas de inteligencia artificial y control, la biología sintética, la robótica, etc.

La realidad virtual, por ejemplo, podría ayudar en los esfuerzos de planificación. La impresión en 3D podría sustituir componentes pequeños que pudieran romperse en la estación lunar, reduciendo aún más los costes de lanzamiento.

En lugar de desarrollar tecnologías altamente especializadas (y caras) para los vuelos espaciales de la NASA que luego se convierten en productos de uso diario, los productos de uso diario podrían ser adaptados para el vuelo espacial.

¿Y cuánto costaría?

En general, el consenso de los documentos publicados en la revista New Space es que la NASA podría construir una base lunar por 10 mil millones, con costes de mantenimiento por no más de 2 mil millones al año, cantidad prácticamente igual a la que la NASA invierte en su participación en la Estación Espacial Internacional de manera anual. Este coste viene a ser el mismo que el de consrtuir y mantener anualmente un portaaviones. Curiosamente, «el coste se está volviendo tan bajo, que tal vez ni siquiera haya que recurrir a la NASA para hacerlo», dice McKay. «Podría ser una empresa privada».

Lo que es más, la base podría estar potencialmente en funcionamiento en la próxima década. No obstante, hacer que suceda requerirá más tiempo que este ya que requiere cambios políticos y desarrollos tecnológicos. Pero McKay cree que la barrera psicológica es la más significativa.

«El mayor obstáculo es conseguir que todo el mundo trabaje junto, y obtener una visión de una base de bajo coste como punto de partida. Si la gente piensa que va a acaparar el presupuesto, eso no hace más que detener la conversación y el intercambio de ideas. Si podemos cambiar la forma de pensar, se iniciará la conversación y hará que la gente piense acerca de cómo hacer que sea una realidad».

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