Todo el mundo sabe que el cambio climático es una realidad. Para algunos pocos resulta más conveniente ignorar dicha realidad y negar la indiscutible evidencia, pero en cualquier caso el suyo es un fundamento injustificable basado en datos parciales que en ningún caso reflejan la totalidad del problema. Como aquel senador estadounidense que se presentó en el senado con una bola de nieve y espetó al resto de la cámara “para aquellos que dicen que 2014 fue un año caluroso, mirad esta bola de nieve, tomada afuera de este edificio; esto significa que hace mucho frío,” mucha gente toma una posición similar y niega la existencia del cambio climático con frases como “en mi barrio nevó este invierno, por lo tanto el mundo no es más caluroso.”

Sin falta de adentrarnos en explicar qué tiene de errónea tal afirmación, puesto que en ¡QFC! damos por sentado que nuestros lectores son capaces de un pensamiento crítico que va más allá de la demagogia simple y barata, expondremos al menos la realidad del consenso. Por un lado, la totalidad de la comunidad científica está de acuerdo en la existencia de la variación de temperaturas en la superficie del planeta a lo largo de los últimos 120 años. Para una clara visualización, la NASA expuso el vídeo adjunto mostrando los datos recopilados desde que existen registros. Por otro lado, existe la pregunta de quién es el causante de dicho cambio climático. Si bien el público cree que es aquí donde existen diferencias de opinión dentro de la comunidad científica, lo cierto es que estudios al respecto han demostrado que el 97% achaca la actividad humana como la causa del calentamiento global.

En resumen, no existe duda alguna de la existencia del calentamiento global, y el 97% de los científicos asegura que el causante es el ser humano. Quienquiera que diga que no hay consenso, está faltando a la verdad. Por último, tampoco es cierto que los datos hayan sido fabricados por la NASA. Las mayores instituciones científicas del mundo muestran una tendencia prácticamente idéntica del calentamiento global, demostrando cómo diferentes instituciones, trabajando independientemente, han llegado a recopilar exactamente los mismos datos.

¿Por qué es importante conocer el consenso de los científicos?

Porque mientras se crea que dicho consenso no existe, se puede justificar un retraso en la adopción de medidas alegando que si ni los expertos se pueden poner de acuerdo, no es posible crear una legislación apropiada.

Pero dicho consenso, como hemos visto, existe. Hasta tal punto, que se organizó una conferencia en París en 2015 no para discutir el cambio climático, sino para discutir cómo reducirlo.

Una de las conclusiones más conocidas de la conferencia es el objetivo de evitar un incremento de la temperatura global del planeta de 2 grados comparado con los niveles existentes en época preindustrial.

Mucha gente opina que 2 grados no es mucho, pero esa es la misma visión que subyace tras la bola de nieve del senador: “¿qué más da tener en mi ciudad días a 24 grados que a 26 grados? ¡Apenas se nota esa diferencia!” Pero no es así como funciona. Una variación que nosotros, desde nuestra ignorancia, podemos considerar mínima puede tener enormes consecuencias globales.

Variación en las temperaturas durante la Pequeña Edad de Hielo. Imagen: CC BY-SA 3.0

La llamada pequeña edad de hielo que se vivió principalmente en el hemisferio norte durante los siglos XVI a XIX se debió a una anomalía en las temperaturas de alrededor de 0.6 grados. No parece mucho, pero los glaciares de los Alpes aumentaron su tamaño hasta arruinar pastos y granjas, los mayores ríos de Europa se llegaban a congelar en invierno hasta tal punto que se organizaban ferias y torneos en sus aguas heladas, el Cuerno de Oro, el estuario que divide Estambul, en Turquía, se llegó a congelar por completo en 1622, Suecia llegó a atacar Copenhague, en Dinamarca, simplemente caminando a través de los estrechos que separan los países y que se encontraban helados en 1658, Islandia se encontraba aislada en un mar de hielo que se extendía kilómetros en cada dirección, las cosechas se resintieron y provocaron hambrunas habituales que llegaron a diezmar las poblaciones de varios países desde un 10% hasta un tercio de las mismas. Y la lista continúa.

¿Y cuál es el problema con las charlas de París?

El problema principal es que es muy posible que hayamos subestimado la existente variación en temperaturas. Por un lado, 2015 terminó como el año más cálido desde que se tienen registros, y probablemente como uno de los más cálidos de la historia. Por otro lado, 2016 comenzó el año como el enero más cálido de la historia, y febrero ha marcado una anomalía en la variación de la temperatura de 1,35 grados, de nuevo culminando como el febrero más cálido jamás registrado.

Variación en las temperaturas para el mes de febrero comparado con la temperatura media en febrero durante el periodo 1951-1980. Imagen: NASA

Además, el hemisferio norte parece calentarse más que el hemisferio sur, lo que significa que existen zonas donde la desviación de la temperatura media es de hasta 11 grados.

En otras palabras, es posible que, siguiendo el curso actual, pronto se compruebe que de hecho las promesas de evitar un incremento de las temperaturas de más de 2 grados hayan perdido su validez puesto que dicho nivel ya habrá sido rebasado.

De momento, febrero ha resultado ser 1,35 grados más cálido que la marca de referencia, mientras que enero tuvo una anomalía de 1,14 grados, según informó la NASA. El planeta está experimentando cambios que apenas estamos comenzando a comprender ya que carecemos de registros de eventos similares que utilizar como modelo.

Temperatura media global en la superficie. Comparativa de febrero. Desviación sobre la temperatura media entre 1951 y 1980. Imagen: Hotwhopper, extraído de datos de GISS NASA

Lo cierto es que los resultados que estamos conociendo de 2016 han sorprendido por igual a científicos así como al público. El cambio climático es un problema que quizás hayamos tardado demasiado tiempo en afrontar. Esperemos no obstante que el ingenio humano sea capaz de reaccionar con velocidad a esta situación para no perpetuar el daño causado.