Podríamos tener que agradecerle a este extraño pez con cabeza de delfín y cuerpo acorazado la existencia de las mandíbulas humanas.
El descubrimiento de un pez acorazado de 423 millones de años de antigüedad en China sugiere que las mandíbulas de todos los vertebrados terrestres modernos y los peces con estructura ósea se originaron en un extraño grupo de animales llamados ‘placodermos’, según informó un grupo de investigadores en la revista Science.
El descubrimiento de este fósil, al que han llamado ‘Qilinyu rostrata’, junto con el de otro fósil diferente de placodermo realizado en 2013, está ayudando a reescribir la historia temprana de la evolución de los vertebrados, según explica el paleontólogo John Maisey del Museo Americano de Historia Natural en la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos, que no participó en el trabajo.
«De repente nos hemos dado cuenta de que habíamos estado equivocados [todo este tiempo]», dice.
Las mandíbulas de los seres humanos (y por extensión de perros, salmones, lagartos y todos los demás vertebrados con estructuras óseas) contienen tres huesos principales: el maxilar y premaxilar de la mandíbula superior, y el dentario de la mandíbula inferior.
«Cualquier cosa, desde un ser humano a un bacalao tiene tipificado el mismo conjunto de huesos de la cabeza», dice el coautor del estudio Per Ahlberg, paleontólogo de la Universidad de Uppsala en Suecia. La gran pregunta, dice, es «¿De dónde vinieron estas mandíbulas óseas?»
Más de cien millones de años antes de que los dinosaurios caminasen sobre la Tierra, un grupo de peces llamados placodermos prosperaron bajo el agua. Los científicos sabían que estos peces acorazados fueron los primeros animales en desarrollar mandíbulas, pero sus mandíbulas resultaban inusuales: «Parecen cortadoras de chapa metálica», dice Ahlberg. «Son unas láminas óseas horribles que rebanan juntas».
Las palas, llamadas placas gnathal, eran tan peculiares que la mayoría de los científicos pensaban que la característica mandíbula en tres partes de los seres humanos se originó en otro pez óseo temprano, y que los placodermos no eran más que una pequeña y curiosa ramificación lateral del árbol genealógico de los vertebrados. «El punto de vista establecido es que los placodermos habrían evolucionado de forma independiente y que los huesos de nuestra mandíbula debería tener un origen independiente», explica Ahlberg.
Los placodermos son un grupo muy debatido de animales, dice el paleontólogo Martin Brazeau, del Imperial College de Londres, en el Reino Unido. Nadie sabía dónde colocarlos exactamente.
En 2013, Ahlberg y sus colegas encontraron una nueva pista en un fósil de 419 millones de años de edad que tenía el cuerpo de un placodermo, pero la mandíbula en tres partes de un pez óseo. Dicho animal, al que llamaron ‘Entelognathus primordialis’, «nunca podría haber sido predicho a partir del registro fósil», dice el paleontólogo Gavin Young de la Universidad Nacional Australiana, en Canberra.
Ese trabajo reforzó la idea de que los placodermos no eran, de hecho, un grupo único y extraño que terminó por extinguirse cientos de millones de años atrás; algunos eran realmente los antepasados de los peces óseos (y por lo tanto los seres humanos). Pero aquel era sólo un fósil, comenta Ahlberg. «No quiere sacar conclusiones demasiado grandes de un animal».
Si son dos animales, en cambio, la historia cambia. Qilinyu, el nuevo fósil descrito por Ahlberg y sus colegas, tenía un cráneo y un tronco blindados y tenía probablemente una longitud similar al de un paquete de pañuelos. Al igual que entelognathus primordialis, Qilinyu cuenta con una mandíbula en tres partes como la de un pez óseo, a pesar de que la criatura parezca un típico placodermo, dice Ahlberg. Los dos fósiles «forman intermedios prácticamente perfectos» entre los placodermos y los peces óseos, dice. Ahlberg y sus colegas sospechan que los elementos de clave en las mandíbulas de los peces óseos (y todos los vertebrados terrestres) evolucionaron a partir de esas láminas óseas de los placodermos.
Este estudio complementa muchos otros que tratan de conocer los pasos evolutivos que siguió la vida a lo largo de millones de años. En una interesante historia que publicamos no hace mucho y que puedes leer aquí ya hablamos de cómo los dedos evolucionaron a partir de las aletas de los peces (que hoy en día siguen siendo el mismo grupo de células distribuidas de manera diferente). Este estudio se vio apoyado por el descubrimiento de que las extremidades de los animales en realidad evolucionaron a partir de branquias, que os mostramos en esta historia. Estas ideas, además, se complementan con el descubrimiento del que nos hicimos eco en esta historia, de que el pelo, las plumas y las escamas tienen el mismo origen. La cantidad de pruebas que apuntan en la misma dirección es, como puedes ver, apabullante.
«Esto es parte de nuestra propia historia evolutiva temprana», dice Ahlberg. «Esto muestra de dónde vinieron nuestras propias mandíbulas».
Maisey lo expresa de otra manera: «Todos somos fundamentalmente placodermos.»
Historia escrita a partir del artículo de ScienceNews «Ancient armored fish revises early history of jaws«, revisado y traducido por ¡QFC!