Investigadores de la Universidad de Oxford han señalado que los árboles que crecieron en el pasado durante intensas ráfagas de radiación retuvieron “marcadores” de tiempo en sus anillos, lo que podría ayudar a los arqueólogos a datar eventos ocurridos hace miles de años. En su artículo, los autores explican cómo la recolección de datos podría revolucionar el estudio de antiguas civilizaciones como los mundos egipcio o maya.

Hasta ahora los investigadores únicamente han obtenido vagas evidencias para datar acontecimientos ocurridos durante los primeros períodos de la civilización, con estimaciones que se encuentran en rangos de cientos de años. Sin embargo, niveles inusualmente altos del isótopo radiactivo del carbono-14 que se encuentran en los anillos de aquellos árboles talados durante los brotes de radiación podrían ayudar a identificar fechas con fiabilidad. Los picos distintivos actúan como marcadores de tiempo, como relojes secretos atrapados en la madera, en papiros, en cestas hechas de plantas u otros materiales orgánicos, expone el artículo publicado en el Royal Society Journal Proceedings A.

(Imagen ampliable) Los anillos en la madera del edificio de madera más antiguo del mundo, la pagoda del complejo de Templos de Horyuji, en Japón, podrían darnos muchas pistas sobre acontecimientos pasados. Imagen: Michael Turtle

Los investigadores creen que intensas tormentas solares provocaron que grandes brotes de radiación golpearan la Tierra en los años 775 y 994 d.C., que dio lugar a picos distintivos en la concentración de radiocarbono en los árboles que crecieron en ese momento. Las fechas de los eventos históricos se pueden identificar con total precisión porque los anillos de los árboles pertenecen a archivos en los que se conoce con exactitud el año de crecimiento de cada uno de sus anillos, estudiados por los dendrocronólogos. Los autores describen cómo podrían detectar picos similares en otros lugares haciendo uso de los miles de años de datos disponibles por todo el mundo de anillos de árboles, llegando incluso a asegurar que un puñado de estos marcadores de tiempo podría permitir la reconstrucción de un marco fiable de datación de civilizaciones importantes. Esta disciplina del estudio de los anillos de los árboles se llama «dendroarqueología«.

La idea más relevante es que estos marcadores de tiempo también estaban presentes en cada planta viva o árbol que crecía en el momento preciso de un aumento de la radiación, incluso en la madera utilizada en edificios antiguos u otros artefactos hechos de material vegetal. El documento sugiere que los datos de los anillos de los árboles existentes nos revelarán otros brotes de radiocarbono ocurridos en años determinados. El problema, sin embargo, es que los datos de los anillos de los árboles sólo están disponibles en bloques de décadas más que anuales. El estudio propone un método matemático vanguardista para filtrar años particulares dentro de un bloque de este tipo para detectar los momentos de cambio en los niveles de radiocarbono. También añade que todavía no está claro con qué frecuencia la Tierra se ha visto afectada por este tipo de brotes de radiación de gran intensidad ni la magnitud exacta de los acontecimientos, por lo que encontrar nuevos picos también nos ayudarán a comprender la actividad solar pasada.

Con 6.270 años de antigüedad, probablemente el pedazo de madera tallada más antiguo del mundo, encontrado en Maerdy, Gales.

En la actualidad, los arqueólogos tienen que confiar en evidencias relativamente escasas para datar la historia de la civilización occidental antes de 763 a.C., y la historia de China antes de 841 a.C. A modo de ejemplo, dependen de registros antiguos de fenómenos astronómicos excepcionales, como el eclipse solar ocurrido durante el año noveno de la era de Ashur Dan III de Asiria, para determinar la edad de los acontecimientos históricos. En ausencia de tales registros, las mediciones de radiocarbono estándar proporcionan las mejores estimaciones, pero éstas siguen teniendo a menudo una precisión de sólo 200 a 300 años naturales. Si se encontraran también picos de radiocarbono en los datos de anillos de árboles de objetos arqueológicos atribuibles a períodos históricos específicos, la información podría ser utilizada para anclar exactamente el momento en que ocurrieron dichos acontecimientos, explica el documento.

Según explicó el Dr. Michael Dee, autor principal y miembro de la Escuela de Arqueología de la Universidad de Oxford, “las variaciones en la concentración de radiocarbono atmosférico son en gran parte el resultado de las emisiones de dióxido de carbono de la actividad volcánica y el mar, pero también se ven influidas por los cambios en la actividad solar. Los picos de 775 y 994 d.C. fueron casi verticales y de una magnitud similar por toda la Tierra. Tales marcadores pueden ser fácilmente reconocidos en anillos de árbol de edad conocida, y son puntos fijos en el tiempo. En el pasado, hemos tenido estimaciones fluctuantes de cuándo pudieron haber sucedido las cosas, pero estos relojes secretos podrían restablecer las cronologías relacionadas con importantes civilizaciones del mundo con el potencial de fechar con exactitud el año en que ocurrieron acontecimientos de hace muchos miles de años”.

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