¿Eres un progenitor estricto, orientado a la obediencia, o eres el tipo de padre o madre liberal, que fomenta la independencia? Si eres más lo primero que lo segundo, entonces puede que la ciencia te traiga noticias que quizás quieras escuchar: tus tendencias autoritarias están convirtiendo a tus hijos en mentirosos.

Según las investigaciones de Victoria Talwar, una reconocida experta en desarrollo social y cognitivo de los niños en la Universidad McGill, una crianza estricta tiende a producir niños que realmente saben cómo engañar. Al producir una atmósfera de castigo inevitable para cualquier delito, los hijos de estos padres a aprenden a mentir con el fin de escapar de cualquier medida punitiva derivada de sus travesuras. Por supuesto, no hablamos del castigo físico, cuyos efectos negativos en el niño han sido demostrados, como expusimos en esta historia.

Talwar y sus colegas desarrollaron una prueba diseñada para identificar a mentirosos jóvenes eficaces llamada “el Juego del Fisgón”. Tras llevar la prueba a dos escuelas de África Occidental, una con normas más flexibles y la otra con regímenes disciplinarios severos, se pidió a los alumnos que adivinaran, sin mirar, qué objeto estaba haciendo ruido detrás de ellos.

Es importante destacar que el último objeto hacía un ruido muy diferente al de cualquier sonido que en realidad pudiera producir. Por ejemplo, una pelota de béisbol podría hacer sonidos de graznidos. Si los niños sabían cuál era este objeto final, claramente debían haber echado un vistazo descarado en el momento de encontrarse sin supervisión.

Durante el experimento, el supervisor adulto sale de la habitación, y al regresar, le formula al niño dos preguntas: cuál era el objeto, y si le habían echado una ojeada. Talwar descubrió que la escuela más relajada mostró una distribución de mentirosos y “verdadosos” similar a la encontrada en muchas escuelas occidentales. Sin embargo, en la escuela estricta, los niños demostraron ser unos mentirosos extremadamente rápidos y eficaces.

Ante el temor de ser castigados, los niños mentirosos tienen que ser buenos en la deformación de la verdad. Irónicamente, una paternidad o una enseñanza draconianas producen los mejores prevaricadores.

Al niño no le surgen las ganas de mentir así como así. Su entorno le empuja a hacerlo, y a hacerlo bien. Imagen: Syda Productions/Shutterstock

En esto radica el problema: la mentira no es necesariamente algo malo, independientemente de si la propensión a ella surgió de forma natural o que se nutrió de una estricta crianza de los hijos. Como señaló Slate, “cuando los niños mienten, no es un signo de que se encuentran en el camino de la delincuencia, es una señal de que están desarrollando importantes habilidades psicológicas».

De hecho, existen vínculos entre las capacidades cognitivas del niño y su capacidad de engañar. No sólo demuestra su capacidad de pensar de forma no lineal, sino que también muestra que deben tener una muy buena memoria de trabajo si pueden mantener sus mentiras, así como sus hechos, inalterados.

De acuerdo con un modelo de desarrollo de la mentira concebido por Talwar y sus colegas, los niños de alrededor de los dos años comienzan diciendo mentiras primarias. Estas mentiras están diseñadas para ocultar acciones erróneas, pero no tienen en cuenta la mente del padre que esté interrogando, y con frecuencia son poco convincentes.

A los cuatro años de edad, aparecen las mentiras secundarias. Éstas son personalizadas para reconocer la personalidad del acusador, su comportamiento y su forma de pensar, y son más plausibles que las mentiras primarias. Las mentiras terciarias surgen a la edad de siete u ocho años, y fusionan mentiras con hechos con el fin de crear historias creíbles.

Cuanto antes aparezcan estas etapas de la mentira, más probable será que su hijo sea más inteligente que el niño promedio. Una mentira eficaz es un signo de inteligencia emocional, de una faceta del habla y un lenguaje corporal que implica un grado de manipulación empático, de intuición maquiavélica. Si tus hijos mienten, y lo hacen bien, es probable que se hagan inteligentes y exitosos. Pueden separar la realidad y la ficción en sus cabezas mejor que la mayoría.

Así que no os preocupéis, padres; podríais tener un pequeño genio creativo en vuestras manos. También podríais tener, por supuesto, un pequeño supervillano, así que andaos con cuidado.