Vivimos en un mundo de gran diversidad lingüística. Más de la mitad de la población mundial crece con más de un idioma. Hay, por otro lado, comunidades lingüísticas monolingües, típicamente algunas partes del mundo de habla inglesa [y española].

En este caso, el bilingüismo o el multilingüismo pueden ser vistos como situaciones extraordinarias, fuente de admiración y preocupación al mismo tiempo. Pero hay comunidades donde el bilingüismo o el multilingüismo son la norma, como pueden ser las regiones de África. Un camerunés, por ejemplo, podría hablar Limbum y Sari, los dos idiomas indígenas, además de Ewondo, una lengua franca, más el inglés o el francés, idiomas oficiales, y Camfranglais, otra lengua franca usada entre anglófonos y francófonos cameruneses.

En menor escala, todos conocemos familias en las que el bilingüismo o el multilingüismo son la norma, porque los padres hablan diferentes idiomas o porque la familia utiliza un lenguaje diferente al de la comunidad que los rodea.

¿Cómo es de difícil para un niño crecer en un ambiente así? ¿Y de qué son capaces los niños bilingües? Bueno, son capaces de mucho, incluso a una edad muy temprana. Pueden entender y producir expresiones en más de un idioma, saben a quién dirigirse y en qué idioma, y son capaces de cambiar muy rápido de un idioma a otro.

Intuición para la gramática

Claramente estamos hablando aquí de una gama de habilidades diferentes: social, lingüística y cognitiva. Las habilidades sociales son las más conocidas: los niños bilingües son capaces de interactuar con hablantes de (al menos) dos idiomas y por lo tanto tienen acceso directo a dos culturas diferentes.

Pero también tienen habilidades lingüísticas, algunas muy obvias, como la comprensión y el uso de palabras y expresiones en diferentes idiomas. Un aspecto menos obvio es que los niños bilingües tienen una mayor conciencia de cómo “funciona” el lenguaje. Por ejemplo, los bilingües tienen una mayor facilidad que los monolingües de la misma edad para señalar que la frase “las manzanas crezaban en los árboles” es errónea y “las manzanas crecían en las narices” es correcta, pero no tiene sentido.

Menos conocidas son las habilidades cognitivas desarrolladas por los bilingües, un tema de gran interés para la investigación en este momento, como muestra, por ejemplo, el estudio de Ellen Bialystok y colegas. Probablemente debido a la práctica de cambiar de idioma, los bilingües son muy buenos en tomar diferentes perspectivas, lidiar con señales conflictivas e ignorar la información irrelevante. Esta habilidad puede aplicarse a otros dominios distintos del lenguaje, lo que lo convierte en un valor añadido del bilingüismo.

¿Vale la pena?

¿Qué pasa si uno de los idiomas no es «útil» porque, por ejemplo, no tiene muchos hablantes (por ejemplo, Cornish, hablada por unas 3.500 personas)? ¿Merece la pena exponer al niño al lenguaje? Las ventajas lingüísticas, sociales y cognitivas mencionadas anteriormente son independientes de las lenguas específicas. Cualquier combinación de idiomas tiene el mismo efecto.

(Imagen ampliable) Te pueden indicar dónde bajare, en dos idiomas. Imagen: Rob Crandall/Shutterstock.com

Una preocupación común es que tratar de hablar dos (o más) idiomas podría ser demasiado agotador para el niño. Pero no hay necesidad de preocupación: aprender a hablar es más parecido a aprender a caminar que a aprender un tema escolar. Aprender a hablar está genéticamente programado. El cerebro es ciertamente capaz de lidiar con más de un idioma, como muestra la investigación y la experiencia.

Sin embargo, podría haber un problema práctico al tratar de proporcionar una “exposición” suficiente a los idiomas. El estrés, en ese caso, recae sobre los padres para asegurar que el niño tiene la oportunidad de interactuar con hablantes de los idiomas en cuestión. El bilingüismo no es genético: tener padres que hablan un idioma diferente no garantiza tener un niño bilingüe.

“La alternancia de código” es buena

Otra preocupación frecuente es que el niño aprende dos idiomas a medias, en los que ninguno llega a ser la versión «apropiada». Por ejemplo, se puede oír a bilingües (tanto niños como adultos) usando palabras o expresiones de dos o más idiomas de su repertorio lingüístico en una sola oración o texto, un fenómeno conocido como “alternancia de código”.

A menudo la gente asume que la razón principal por la que hacen esto es la falta de suficiente competencia en uno de los idiomas, de tal manera que el hablante no puede continuar en el idioma en el que comenzó. También asumen con frecuencia que la elección de las palabras de un idioma o el otro sucede al azar. Nada más lejos de la realidad. La alternancia de código es común entre los bilingües y, contrariamente a la creencia popular, sigue reglas gramaticales.

Las investigaciones han mostrado patrones regulares de alternancia de código, influenciados por las lenguas en cuestión, por las normas comunitarias y por qué idioma(s) las personas aprenden primero o utilizan con más frecuencia. Muy a menudo, los codificadores son muy competentes en los idiomas en cuestión. La alternancia de código también sigue reglas sociales: los niños bilingües sólo la usan si saben que el interlocutor conoce el «otro» idioma.

Además, si se les pide una aclaración, saben si han hablado demasiado bajito, o por el contrario han utilizado un lenguaje incorrecto, y sólo cambian en este último caso. Tanto los niños como los adultos bilingües tienen una serie de razones, incluyendo razones sociolingüísticas para alternar de código. ¡La alternancia de código puede ser genial!

Todos los niños que se desarrollen con normalidad aprenderán un idioma. Para aprender más de uno necesitan la oportunidad y la motivación. Crecer con más de un idioma es un activo en el que vale la pena invertir.

Artículo originalmente publicado en The Conversation. Revisado y traducido por ¡QFC!