La Edad de Piedra fue una época difícil en Europa, así que no es de extrañar que de vez en cuando encontremos antiguos huesos de Homo sapiens mostrando signos de haber sido roídos por otros seres humanos.

En concreto, una cueva situada en la provincia de Alicante, España, ha proporcionado a los científicos lo que podría ser el primer ejemplo de canibalismo entre los antiguos seres humanos que vivieron en el Mediterráneo occidental, generando preguntas sobre cómo trataban a sus muertos aquellos que vivieron en la región hace aproximadamente 10.000 años.

Los investigadores que estudian el yacimiento en Coves de Santa Maira han estudiado 30 huesos humanos descubiertos en las últimas décadas que parecen pertenecer a al menos dos adultos y un niño pequeño. Todos ellos vivieron en algún momento durante los últimos mil años del último período glacial. Publicaron sus resultados en la revista Journal of Anthropological Archaeology.

Muchos de los huesos adultos muestran signos de haber sido cortados y machacados con herramientas de piedra, calentados, y posiblemente mordidos por otros seres humanos, y se encontraron dispersos entre los restos de otros animales, como íbices ibéricos y ciervos.

Intrigantemente, las diferencias en la datación por radiocarbono sugieren que esto ocurrió en al menos dos ocasiones distintas.

Aunque el canibalismo es una práctica tabú hoy en día, no es nada raro en la naturaleza, ni siquiera en nuestro propio pasado.

Pero probar lo que los antropólogos llaman «prácticas antropófagas» dentro de culturas antiguas no es una tarea sencilla.

(Imagen ampliable) Coves de Santa Maira. Imagen: E.M.

Visto desde una perspectiva en la que se requieren evidencias, los signos de haber sido cocinados a veces pueden ser el resultado de prácticas funerarias normales, o incluso el resultado del desgaste de los propios restos a medida que son movidos lentamente a lo largo de los milenios.

«En yacimientos de África del Norte […] hay restos humanos desmembrados con marcas de corte asociadas con enterramientos secundarios», señalan los investigadores en su reciente artículo.

Es importante no llegar a conclusiones demasiado rápido dado que en algunos casos los cuerpos fueron desenterrados, cortados y enterrados en pedazos sin haber sido servidos con guarnición de conejo.

Para estar lo suficientemente seguros de que estos huesos son evidencia de canibalismo entre nuestros antiguos parientes, los investigadores aplicaron la siguiente lista de verificación basada en la obra del antropólogo francés Bruno Boulestin:

  • Prueba directa: la presencia de huesos humanos dentro de coprolitos humanos o la identificación de mordeduras humanas en huesos humanos.
  • Prueba indirecta: principalmente de cocina o de muescas.
  • Criterios primarios de primer orden: fractura antropogénica y representación anatómica diferencial
  • Criterios primarios de segundo orden: principalmente marcas de corte
  • Criterios secundarios que no están directamente relacionados con una explotación funcional: posición y preservación de los huesos y presencia de huesos quemados.

En términos más sencillos, si encontramos huesos humanos en las heces humanas, marcas en los huesos asociadas con la cocina, huesos que parecen haber sido machacados o cortados con una herramienta, o huesos dispersos en vez de colocados cuidadosamente, se puede concluir con confianza que existió el «canibalismo».

En este caso, los investigadores fueron capaces de validar las casillas de 2 a 5, dejando la de ‘huesos humanos en coprolitos’, que son heces preservadas o fosilizadas.

Distinguir las marcas hechas por nuestros propios dientes de las de otro animal no siempre está claro, pero en este caso los investigadores estaban bastante seguros de que las perforaciones de doble arco y fosas triangulares eran una buena señal de que provenían de caninos y molares humanos.

Así pues, existe evidencia para afirmar el caso de al menos dos comidas de carne y médula humana. Pero, ¿por qué lo hicieron?

(Imagen ampliable) Marcas dejadas en los huesos por otros humanos. Imagne: J.V. Morales-Pérez, Journal of Anthropological Archaeology

Esa parte sigue siendo un misterio. Se sabe que los seres humanos se comen los unos a los otros en momentos de desesperación, pero también existe la posibilidad de que sea simplemente una forma de honrar a los muertos o insultar a un enemigo, ya sea de la propia familia o de un grupo externo.

El mundo estaba cambiando hace 10.000 años: en algunas culturas ya estaba surgiendo el comienzo de la agricultura, y las poblaciones emigraron a lo largo y ancho del mundo con el final de la última era glacial.

Es posible que la comunidad que habitó en los alrededores de las Coves de Santa Maira pudieran haber tenido dificultades, aunque los numerosos huesos de animales, conchas marinas y una amplia gama de recursos en el ambiente circundante hacen que esa hipótesis sea menos probable.

Un aumento de restos humanos que datan de ese período en el Mediterráneo occidental sugiere que podría haber habido más encuentros entre diferentes culturas, ya sea conduciendo a conflictos o la competencia por los recursos, o incluso a un intercambio de nuevos rituales y prácticas culturales. [Si bien, como vimos aquí, los humanos llevaban habitando toda la zona desde hacía mucho más tiempo e incluso es posible que fueran los pioneros en el uso del fuego en Europa.]

Los seres humanos y sus parientes más cercanos han estado enterrando a sus muertos durante al menos los últimos 50.000 años, si no muchos más, por lo que no es difícil imaginar que en ese momento hubiera habido algunos ejemplos de rituales funerarios que podrían resultarnos hoy un poco difíciles de aceptar.

Quién sabe qué huesos permanecen aún sin descubrir, y qué secretos de culturas pasadas podrían revelar.

Artículo original publicado por Science Alert. Revisado y traducido por ¡QFC!