El uso de antibióticos en la producción de carne es uno de los principales factores que contribuyen a una de las mayores amenazas a las que se enfrenta la salud humana en el siglo XXI: la resistencia a los antibióticos. Para encontrar una solución a esto necesitamos empezar a asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Mientras que una sola persona comiendo carne tiene un efecto imperceptible sobre la resistencia a los antibióticos, cuando lo multiplicas por millones de personas por todo el mundo te encuentras con una crisis global.

Una forma de abordar esto sería introducir un impuesto sobre la carne producida con el uso de antibióticos, para tener en cuenta nuestra responsabilidad moral por el coste de nuestras acciones, algo de lo que la mayoría de los comedores de carne son responsables.

[Sí, esta historia trata de antibióticos, algo que todo el mundo conoce y mucha gente utiliza. Pero, ¿te has preguntado alguna vez qué son exactamente los antibióticos como, por ejemplo, la penicilina? Puedes encontrar la respuesta aquí.]

Cualquier carne que compras en su supermercado local probablemente se haya criado con el uso de antibióticos. Los antibióticos no sólo se utilizan para tratar enfermedades, sino también como medida preventiva y, fuera de Europa, para promover el crecimiento de los animales. Las estimaciones del consumo mundial anual total de antibióticos en la agricultura animal varían considerablemente, pero podrían llegar a 240.000 toneladas. Y se prevé que su uso aumente en un 67% de 2010 a 2030.

Quizá lo más preocupante es que nuestros antibióticos de «última instancia» se usan rutinariamente en animales, con efectos devastadores. Durante una investigación en China, se encontraron bacterias de E. coli resistentes al antibiótico colistina en el 20% de los animales analizados, donde se da habitualmente a los cerdos. [Para hacerte una idea de lo rápido que pueden adaptarse las bacterias, y en particular el E. Coli, a los antibióticos, puedes ver este increíble vídeo de la resistencia antibiótica en acción.]

El efecto de un impuesto sería doble: desalentaría a los consumidores a comprar este tipo de carne y ayudaría a financiar una transición hacia métodos más sostenibles de cría de ganado.

Nuestra dependencia mundial de los antibióticos en la ganadería significa que una prohibición absoluta no es factible. Afortunadamente, existen alternativas aunque, como es de esperar, son más caras que el uso de antibióticos.

(Imagen ampliable) Las bacterias resistentes a los antibióticos pueden extenderse de forma global en cuestión de horas. Imagen: iaminut/Shutterstock

Las vacunas, la mejora en la higiene, evitar el hacinamiento de animales, el uso de suplementos nutricionales y la cría de animales más resistentes a enfermedades podrían reducir significativamente la necesidad de antibióticos preventivos o terapéuticos. En cuanto al fomento del crecimiento, hay evidencia que sugiere que los antibióticos no son tan beneficiosos como se pensaba en un principio.

Como contraste, no cabe duda de los efectos negativos del uso masivo y mal regulado de los antibióticos. Las bacterias resistentes se pueden transmitir a los seres humanos a través del contacto con animales y el consumo de carne, y son capaces de propagarse fácil y rápidamente gracias a los viajes internacionales y al tráfico comercial. Las bacterias resistentes a los antibióticos no conocen fronteras nacionales. Es por esto que es por el interés de todos nosotros abordar este problema a escala mundial, algo que un impuesto podría hacer a través del subsidio de mejores estrategias de producción en países menos desarrollados. [Puedes comprender mejor el problema de la resistencia a los antibióticos aquí.]

Polémico pero necesario

Gravar un impuesto a la carne supondría una medida polémica para cualquier gobierno, pero necesitamos intervenir ahora para evitar consecuencias catastróficas para las generaciones presentes y futuras. Ante la perspectiva muy real de una era «post-antibiótica», en la que careceríamos de tratamientos efectivos para muchas infecciones, necesitamos urgentemente una solución, y las soluciones urgentes a menudo requieren medidas impopulares.

Las personas que comen carne inundada con antibióticos están erosionando nuestro recurso colectivo global de eficacia antibiótica, por lo que son causal y moralmente responsables del coste de dicha erosión. Los veganos, por el contrario, no lo son. Sería no menos que justo que los que son responsables de un daño concreto asuman los costes de remediarlo.

Reducir el uso de antibióticos en la cría de animales es crucial y posible, pero nos obligaría a asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Un impuesto sobre la carne producida con el uso de antibióticos parece ser la solución más razonable y justa.

Artículo original publicado por The Conversation. Revisado y traducido por ¡QFC!