Un equipo de arqueólogos y artistas forenses en las tierras altas de Escocia han reconstruido la cara de una mujer joven que murió hace unos 3.700 años en plena edad de bronce. Llamada Ava, como abreviatura de Achavanich, que es el lugar donde se encontraron los huesos, se cree que la mujer perteneció a la cultura del vaso campaniforme (sí, así se denomina), reconocida en toda Europa durante este período y celebrada por su trabajo de metalistería y su cerámica característica.
Los restos de Ava fueron descubiertos por primera vez allá por 1987, cuando los científicos descubrieron el cráneo y varios otros huesos en una fosa excavada en la roca sólida, acompañados por un vaso y otros artefactos. La líder del proyecto, Maya Hoole, cree que esto en sí mismo es muy inusual, ya que la mayoría de las tumbas de la cultura del vaso campaniforme se excavaban en el suelo y se marcaban con las pilas de piedras llamados mojones.
El cráneo que ha sobrevivido es muy delicado y es, por supuesto, completamente irreemplazable. El método para crear una reconstrucción en tres dimensiones puede ser muy intrusivo ya que se tiene que obtener un molde del cráneo con el fin de hacer una copia de yeso. Este proceso, además de ser muy arduo, podría causar daños en el cráneo. Es posible crear una reconstrucción en tres dimensiones usando un equipo de escaneo láser y un software de reconstrucción tridimensional, pero careciendo del acceso a un equipo tan caro, Hew Morrison, artista forense, decidió llevar a cabo una reconstrucción utilizando el método de dos dimensiones.
La etapa inicial del proceso era llevar a cabo una evaluación del cráneo para confirmar la edad, el sexo y la ascendencia del cráneo. Hew determinó (como lo han hecho otros especialistas) que el cráneo probablemente fuese de un individuo de sexo femenino de edad adulta temprana, probablemente en su adolescencia o alrededor de los veinte años, basado en el desgaste de los dientes y las líneas de sutura del cráneo.
A continuación, el cráneo fue colocado en lo que se conoce como el “Plano Horizontal de Frankfurt”, una posición que simula la posición normal y natural en reposo de la cabeza humana. A continuación, el cráneo fue fotografiado a una distancia de seis pies con el fin de evitar la distorsión de la lente. Se colocó una regla de escala al lado del cráneo para permitir expandirla digitalmente hasta obtener un tamaño natural y poder tomar mediciones.
Parte del hueso cigomático (la mejilla) en el lado izquierdo de la cara estaba ligeramente dañado o erosionado. Para reconstruir el segmento se dibujó una línea vertical por el centro del cráneo y se extendieron dos planos horizontales próximos entre sí desde este eje hacia el hueso cigomático derecho (completo). Los planos en el lado derecho del cráneo fueron entonces reflejados por la línea central hacia el lado opuesto para recrear el hueso cigomático izquierdo incompleto tal y como habría aparecido en vida.
Con el fin de recrear la mandíbula perdida (la mandíbula inferior) del cráneo, Hew aplicó un método del libro de 1962 «El esqueleto humano en medicina forense” de que fue pionero el antropólogo americano Walter M. Krogman. Usando este método, Hew pudo reconstruir las líneas generales de la mandíbula y posicionarlas en el lugar correcto y con el tamaño adecuado en relación con el cráneo.
Las siguientes mediciones se tomaron en los puntos más anchos de la abertura nasal y se utilizó una fórmula para calcular la anchura de la nariz. A pesar de que algunos se han caído con el paso del tiempo, la mayoría de los dientes ha sobrevivido, entre ellos algunos de las mandíbulas superior e inferior. Con la medición del esmalte de los dientes se pudo calcular el tamaño de los labios. La posición de las comisuras de la boca se encuentra entre los caninos y los primeros premolares.
Con el fin de recrear la profundidad entre el hueso y la piel, se aplicaron al cráneo grosores de tejidos modernos que representan la hembra de raza caucásica europea media dentro del rango de edad identificado. El tamaño del ojo humano es de 24 mm de diámetro. Así, los ojos fueron dibujados digitalmente y se colocaron en el lugar apropiado en cada una de las órbitas (las cuencas de los ojos) para correlacionarlas con la anatomía y la forma de cada órbita. Por último, se extrajeron digitalmente los músculos faciales individuales y se fueron añadiendo al cráneo en las posiciones correctas para relacionarlas con las marcas de unión de músculo presentes en el cráneo.
Hew contaba con una gran base de datos de alta resolución de imágenes de rostros humanos; con una notable diversidad de individuos caucásicos. Para añadir la piel y finalizar la reconstrucción, seleccionó rasgos faciales de varios individuos compatibles, así como una forma de la cara adecuada. Una vez seleccionadas las características adecuadas, se fueron ajustando y retocando para que coincidieran con la anatomía del cráneo. Todas estas características fueron construidas en capas separadas, pero terminaron en esta fase final combinándose y transformándose a modo de rompecabezas para crear el producto final.
En lo que respecta al estilo de pelo, Hew seleccionó lo que creyó que era la mejor opción para alguien que vivió en la Edad del Bronce: nada demasiado característico o moderno. No se añadió ropa ya que no ha sobrevivido suficiente evidencia como para dar una idea exacta de cómo vestían las personas en aquella época.
El color del cabello y color de los ojos fueron elegidos basándose en la población moderna de la zona: pelo castaño y ojos azules eran una posibilidad muy plausible para este individuo. Sin embargo, es posible que tuviera pelo rubio, rojo o moreno, o tuviera ojos de color marrón, avellana o verde. Esperemos que los resultados de los análisis de ADN antiguo que se están llevando a cabo por el Museo de Historia Natural de Londres puedan decirnos más acerca de los ojos y del cabello.