La mayoría de las mujeres menstrúan. No obstante, la mayoría del resto de hembras no sangran exteriormente como sucede en los humanos. Entonces, ¿por qué menstruar en absoluto? Y si es tan buena idea, ¿por qué otros animales no lo hacen?
La menstruación es parte del ciclo reproductivo de una mujer. Cada mes, en respuesta a las hormonas reproductivas (principalmente al estrógeno y a la progesterona) el útero de una mujer se prepara para el embarazo. El revestimiento interior del útero, conocido como endometrio, se prepara para que un embrión se implante en él. El endometrio se espesa, se divide en diferentes capas y desarrolla una extensa red de vasos sanguíneos.
Si la mujer no queda embarazada, los niveles de progesterona comienzan a caer. El tejido endometrial grueso con sus vasos sanguíneos entonces comienza a desprenderse, y es desechado a través de la vagina. Esta hemorragia es la menstruación.
En promedio, las mujeres pierden de 30 a 90 ml de líquido durante 3-7 días de la menstruación. A primera vista, esto parece un proceso bastante derrochador, y es por esto que muchas personas han intentado explicar por qué sucede.
La antropóloga Beverly Strassmann de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, Estados Unidos, presentó su propia idea en 1996. Strassmann argumentó que si queremos entender por qué ocurre la menstruación, debemos averiguar por qué los úteros de los animales pasan por los ciclos reproductivos: no sólo los humanos, sino también otros mamíferos. Otras hembras de mamífero también construyen paredes internas al igual que las mujeres. Si no se quedan embarazadas, o bien reabsorben este material, o lo dejan sangrar.
Cuesta mucha energía mantener una capa gruesa y llena de capilares dentro del útero todo el tiempo, argumentó Strassmann. Puede que en realidad requiera menos energía desechar el revestimiento y volverlo a crecer. Según explicó Strassmann, «utilicé la economía de energía, en realidad no para explicar el sangrado, sino, en primer lugar, para explicar por qué existe esta cíclica», dice Strassmann.
Entonces es cuestión de si la hembra puede reabsorber toda la sangre eficientemente. Si hay demasiada, podría ser más fácil menstruar. «El hecho de que haya pérdida de sangre en algunas especies no es una adaptación, sino un efecto secundario de la anatomía y la fisiología de las especies», dice Strassmann.
Colin Finn, por entonces en la Universidad de Liverpool en el Reino Unido, sugirió algo similar en 1998. Su idea era que la menstruación es una consecuencia necesaria de la forma en que el útero evolucionó, en lugar de una forma de conservar la energía como Strassmann había sugerido.
Según Finn, con el tiempo los embriones han hundido más y más profundo en el tejido de la madre, y el revestimiento del útero se ha defendido contra el embrión mediante el espesamiento y la formación de capas. Este revestimiento grueso es perfectamente receptivo al embrión, pero sólo por unos pocos días. Después de eso, si la mujer no está embarazada, el revestimiento debe ser descartado.
Ambas ideas tienen mucho sentido. Para averiguar la verdad, tenemos que comparar los animales que menstrúan con los que no lo hacen.
Aparte de los seres humanos, la mayoría de los otros animales que menstrúan pertenecen (al igual que los humanos) al grupo de los primates. La mayoría de los monos que viven en África y Asia, como macacos rhesus, menstrúan.
Los grandes simios lo hacen también. El sangrado menstrual es fácilmente detectable en chimpancés y gibones. Sin embargo, los gorilas y orangutanes sangran menos copiosamente, por lo que la menstruación sólo es visible a través de una inspección más cercana. Otros primates, como los tarseros, puede que también menstrúen, pero no existe una evidencia firme.
Aparte de nuestros parientes cercanos, la menstruación también evolucionó independientemente en otros dos grupos: algunos murciélagos y musarañas elefantes.
Parece que la lista de animales que menstrúan es bastante corta: humanos, simios, monos, murciélagos y musarañas elefantes. ¿Qué tienen en común estos animales aparentemente dispares?
Todo se reduce a cuánto control tiene el animal que será madre sobre su propio vientre, según Deena Emera de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, Estados Unidos. En un artículo publicado en 2011, Emera y sus colegas señalaron que en los animales que menstrúan, la transformación de la pared del útero es totalmente controlada por la madre, a través de la hormona progesterona.
Los embriones sólo pueden implantarse en la pared del útero si es gruesa y cuenta con grandes células especializadas, lo que significa que la hembra está en efecto controlando si puede quedar embarazada o no. Esta capacidad se llama «decidualización espontánea».
En la mayoría de los otros mamíferos, estos cambios en el útero son desencadenados por las señales del embrión. En efecto, el revestimiento de la matriz se espesa en respuesta al embarazo.
«Existe una buena correlación entre las especies que menstrúan y las especies que exhiben decidualización espontánea», dice Emera.
Asumiendo que este patrón se mantenga, Emera parece haber identificado la pregunta clave. ¿Por qué algunas hembras controlan sus propios revestimientos de la matriz, mientras que otras permiten que las controlen sus embriones que aún no han nacido?
«Argumentamos que la decidualización espontánea probablemente evolucionó debido al conflicto entre la madre y el feto», dice Emera.
«Presentamos dos posibilidades, especialmente en primates». La primera es que la decidualización espontánea puede haber evolucionado para proteger a la madre de un feto agresivo.
Todos los fetos se hunden en la matriz de sus madres en busca de alimento. Pero algunos hacen esto más que otros.
En caballos, vacas y cerdos, el embrión simplemente se asienta en la superficie del revestimiento de la matriz. En perros y gatos, los fetos escarban un poco más. Pero en los seres humanos y otros primates, el feto cavará a través de todo el recubrimiento de la matriz para bañarse directamente en la sangre de su madre.
La madre quiere racionar la cantidad de nutrientes que da a cada bebé para así disponer del sobrante y poder tener más bebés. Por otro lado, el bebé, que se encuentra en desarrollo, querrá obtener tanta energía de su madre como pueda.
La segunda posibilidad es que la decidualización espontánea evolucionó para deshacerse de los embriones malos.
Los embriones humanos son muy propensos a anomalías genéticas, razón por la cual tantos embarazos fracasan en las primeras semanas. Esto puede ser debido a nuestros inusuales hábitos sexuales, dice Emera.
«Los seres humanos pueden copular en cualquier momento durante el ciclo reproductivo, a diferencia de muchos otros mamíferos que copulan alrededor de la ovulación», explica. Esto se llama «cópula extendida». Los otros primates que menstrúan, algunas de las especies de murciélagos que también menstrúan, y la musaraña elefante, practican la copulación extendida.
Como resultado, un óvulo puede tener varios días en el momento en que es fertilizado, dice Emera. El envejecimiento de los óvulos puede provocar anomalías en los embriones.
Una vez que el revestimiento del útero se ha espesado y ha cambiado, sus células desarrollan la capacidad de reconocer y responder a embriones defectuosos. Así que la decidualización espontánea puede ser una forma que tiene la madre de ahorrar recursos, dice Emera. «Esto evita que invierta en un embrión de mala calidad, permitiéndole deshacerse de él de inmediato y preparar su cuerpo para otro embarazo exitoso».
Aunque todavía no podemos estar seguros de por qué evolucionó la decidualización espontánea, nos encontramos más cerca de responder el enigma de la menstruación. Las ideas de Strassmann, Finn y Emera sugieren que la menstruación humana es un subproducto accidental relacionado con la evolución de nuestra reproducción. Podría ser una consecuencia de la agresividad de nuestros fetos, o de nuestros hábitos de apareamiento independientemente de si las mujeres están ovulando, o ambos.
En las especies que se reproducen de manera diferente, la menstruación nunca se vio alentada a ocurrir. De hecho, la menstruación en sí solía ser un evento raro. En la naturaleza, y en algunas sociedades humanas, lo sigue siendo.
Entre los Dogon, una sociedad que no usa ninguna forma de anticoncepción, en Malí, Strassmann ha hallado que las mujeres tienen alrededor de 100 períodos a lo largo de su vida. Esto probablemente fue bastante típico durante gran parte de la historia de nuestra especie.
Por el contrario, la mayoría de las mujeres modernas tienen entre 300 y 500 períodos. «Lo que estamos experimentando, como parte de nuestra evolución, es muy inusual», dice Strassmann.
«Hay mujeres que a veces tienen miedo de no tener un período», dice Clancy. «Creo que la comprensión de los orígenes de cómo funciona nuestro cuerpo nos ayuda a darnos cuenta de que los límites de lo normal son mucho más amplios de lo que podríamos pensar. Más que patologizar cada pequeña variación y cada pequeña diferencia que tenemos, tal vez deberíamos dejarlo estar mucho más».
* Publicación original de la BBC, traducido y adaptado por ¡QFC!