Los científicos que estudian el cráter de Chicxulub han demostrado cómo los grandes impactos de asteroides deforman las rocas de una manera que puede producir hábitats para la vida temprana.

(Imagen ampliable) Núcleo recuperado del cráter de impacto de Chicxulub. Imagen: DSmith@ECORD

Hace unos 65 millones de años, un gigantesco asteroide se estrelló contra el Golfo de México causando un impacto tan grande que la explosión y los subsiguientes efectos detonadores destruyeron alrededor del 75 por ciento de toda la vida terrestre, incluyendo la mayoría de los dinosaurios [Puedes descubrir aquí por qué se esfumaron precisamente los dinosaurios mientras que otras formas de vida no lo hicieron]. Esto se conoce como el impacto Chicxulub.

En abril y mayo de 2016, un equipo internacional de científicos emprendió una expedición en alta mar y perforó parte del cráter de impacto de Chicxulub. Su misión era recuperar muestras de las crestas rocosas internas del cráter (conocidos como «anillos de picos») perforando de 506 a 1335 metros por debajo del moderno fondo marino para entender más acerca del antiguo evento cataclísmico [proyecto de investigación de que nos hicimos eco en ¡QFC! en esta historia].

Ahora, los investigadores han llevado a cabo el primer análisis de las muestras de núcleo. Descubrieron que el impacto de hace millones de años deformó las rocas anulares del pico de tal manera que las hizo más porosas, y menos densas, de lo que cualquier modelo había predicho previamente.

(Imagen ampliable) Plataforma de perforación de Chicxulub. Imagen: Imperial College London

Las rocas porosas proporcionan nichos fáciles de conquistar para los organismos simples, y también presentarían disponibilidad de nutrientes en los poros, gracias al agua circulante que habría sido calentada dentro de la corteza terrestre. La Tierra temprana fue constantemente bombardeada por asteroides, y el equipo ha inferido que este bombardeo también debió haber creado otras rocas con propiedades físicas similares. Esto puede explicar en parte cómo surgió la vida en la Tierra.

El estudio, publicado en la revista Science, también confirmó un modelo de cómo se formaron los anillos de pico en el cráter de Chicxulub y cómo se pueden formar anillos de pico en cráteres de otros cuerpos planetarios.

El nuevo trabajo del equipo ha confirmado que el asteroide que creó el cráter Chicxulub golpeó la superficie de la Tierra con tal fuerza que empujó las piedras, que en ese momento estaban a diez kilómetros bajo la superficie, aún más hacia abajo y luego hacia fuera. Estas rocas entonces continuaron de nuevo hacia el interior, hacia la zona del impacto y luego hasta la superficie, antes de colapsar y salir afuera otra vez para formar el anillo máximo. En total, fueron desplazadas una distancia total aproximada de 30 kilómetros en cuestión de unos pocos minutos.

(Imagen ampliable) Núcleo recuperado del cráter de impacto de Chicxulub. Imagen: DSmith@ECORD

La profesora Joanna Morgan, autora principal del estudio del Departamento de Ciencias de la Tierra e Ingeniería, dijo: «Cuesta creer que las mismas fuerzas que destruyeron a los dinosaurios también pudieron haber jugado un papel, mucho antes en la historia de la Tierra, en proveer los primeros refugios para la vida temprana en el planeta. Esperemos que los subsiguientes análisis de las muestras de núcleo proporcionen más ideas sobre cómo puede existir la vida en estos entornos subterráneos».

Los siguientes pasos harán que el equipo adquiera una serie de medidas detalladas de las muestras de núcleos recuperadas para refinar sus simulaciones numéricas. En última instancia, el equipo está buscando evidencia de la vida tanto moderna como antigua en las rocas del anillo de picos. También quieren aprender más sobre los primeros sedimentos que se depositaron en la parte superior del anillo de picos, lo que podría indicar a los investigadores si fueron depositados por un gigantesco tsunami, y darles información sobre cómo se recuperó la vida y cuándo volvió a esta zona esterilizada tras el impacto.

Artículo publicado originalmente por la Escuela Imperial de Londres, revisado y traducido por ¡QFC!