Se nos dice que no juzguemos un libro por su tapa, pero constantemente hacemos juicios instantáneos sobre la inteligencia, la fiabilidad o la dominancia de las personas basado en su apariencia facial. Ahora, un grupo de investigadores ha investigado la posibilidad inversa: ¿puede la forma en que la gente nos juzga influir en nuestra apariencia?
Para responder a esta pregunta, los investigadores liderados por la Dra. Ruth Mayo y la doctorada Yonat Zwebner de la Universidad Hebrea de Jerusalén examinaron si la apariencia de una persona puede verse influenciada por su nombre. Para ello, reclutaron a observadores independientes y les mostraron fotografías en color de carné de extraños totales. Luego presentaron una lista de nombres a los observadores y les pidieron que eligieran el nombre real del extraño basado en su apariencia facial.
En una serie de estudios publicados en la revista científica Journal of Personality and Social Psychology, los observadores repetidamente superaron las expectativas de identificar correctamente el nombre de una persona basándose sólo en su apariencia facial. Por ejemplo, tras mirar a la cara y considerar cuatro nombres posibles (Jacob, Dan, Josef o Nathaniel) los observadores eligieron correctamente «Dan» el 38% de las veces, significativamente por encima del 25% que supondría una elección totalmente aleatoria. Este efecto resultó ser cierto incluso cuando los investigadores controlaron la edad y la etnia, lo que implica que subyace algo más que simples rasgos socioeconómicos.
«Nuestra investigación demuestra que de hecho la gente se parece a su nombre», dijo la doctora Ruth Mayo, profesora titular del Departamento de Psicología de la Universidad Hebrea de Jerusalén. «Además, hemos sugerido que esto suceda debido a un proceso de ‘profecía autocumplida’, conforme nos convertimos en lo que otras personas esperan que seamos».
Como apoyo a la idea de la ‘profecía autocumplida’, los investigadores hallaron que los observadores superaban las expectativas de adivinar correctamente el nombre de una persona, incluso cuando sólo se les permitía ver su peinado. Esto sugiere que es posible que la gente elija el peinado que se ajusta al estereotipo asociado con su nombre.
Los investigadores confirmaron que los observadores en un segundo país y cultura también fueron capaces de superar las expectativas. Sin embargo, si bien los observadores resultaron ser buenos en hacer coincidir las caras con los nombres en su propia cultura, no fue así para una cultura extranjera. Esto apoya la idea de la importancia de los estereotipos de nombres cuando se hace coincidir las caras con los nombres.
Los investigadores también encontraron que los observadores son menos eficaces adivinando el nombre de las personas que usan únicamente su apodo. Esto indica que la apariencia de una persona se ve afectada por su nombre sólo si lo usa, pero no si simplemente aparece en un certificado de nacimiento.
En uno de los estudios, los investigadores eliminaron completamente el factor humano del proceso de adaptación. Utilizando un paradigma computarizado, hallaron que los ordenadores eran capaces de superar las expectativas cuando se les pidió que eligieran el nombre correcto para 94.000 caras diferentes. Esto apoya aún más la idea de que nuestros rostros contienen información relevante relacionada con nuestros nombres.
Los investigadores sugieren que el «efecto Dorian Gray», citado en investigaciones previas sobre cómo factores internos como la personalidad pueden influir en el aspecto facial, también pueden aplicarse aquí. Dorian Gray fue el protagonista de una novela de Oscar Wilde cuyas acciones afectaban su retrato.
«Estamos familiarizados con procesos similares a otros estereotipos como la raza y el género, donde muchas veces las expectativas estereotipadas de los demás afectan en quiénes nos convertimos». Hemos formulado la hipótesis de que existen estereotipos similares sobre los nombres, incluyendo cómo se ve a alguien con un nombre específico, y estas expectativas realmente afectan nuestra apariencia facial», dijo la Dra. Mayo de la Universidad Hebrea.
Según los investigadores, la posibilidad de que nuestro nombre pueda influir en nuestro aspecto, incluso si es ligeramente, sugiere el importante papel de la estructuración social en la compleja interacción entre el yo y la sociedad. La investigación sugiere que estamos sujetos a la estructuración social desde el momento en que nacemos, no sólo por nuestro género, etnia y condición socioeconómica, sino también por la simple elección que otros hacen al darnos nuestro nombre.
«Un nombre es un factor social externo, diferente de otros factores sociales como el género o la etnia, por lo que representa una etiqueta social en toda regla. La demostración de cómo nuestro nombre se manifiesta en nuestra apariencia facial ilustra el gran poder que un factor social puede tener en nuestra Identidad, potencialmente influyendo incluso en nuestro aspecto», agregó la Dra. Mayo.
Investigaciones futuras podrían examinar la naturaleza precisa del mecanismo que conduce a la aparición de este efecto de emparejamiento de nombres y caras, como por ejemplo, de qué forma coincide el nombre de una persona con su rostro en diferentes etapas de la vida. Otra pregunta que vale la pena explorar es por qué en algunas es tan fácil emparejar la cara con el nombre, cuando para otras es tan difícil.
Artículo original publicado por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Revisado y traducido por ¡QFC!