Según los libros de texto, todos los seres humanos que viven hoy descendieron de una población que vivió en el este de África hace unos 200.000 años. Esto se basa en pruebas fidedignas, incluyendo análisis genéticos de personas de todo el mundo y hallazgos fósiles en Etiopía de restos de esqueletos humanos de hace entre 195.000 a 165.000 años.
Ahora, un gran equipo científico del que yo era parte ha descubierto nuevos huesos fósiles y herramientas de piedra que desafían esta visión. Los nuevos estudios, publicados en Nature, hacen remontarse los orígenes de nuestra especie otros 100.000 años y sugieren que los primeros humanos probablemente se extendieron a través de la mayor parte del continente africano en ese momento.
A través del globo y a través de la historia, los seres humanos han estado interesados en entender sus orígenes, tanto biológicos como culturales. Las excavaciones arqueológicas y los artefactos que recuperan arrojan luz sobre comportamientos complejos, como hacer herramientas, enterrar simbólicamente a los muertos o hacer arte. Cuando se trata de entender nuestros orígenes biológicos, hay dos fuentes principales en las que hallar evidencias: los huesos fósiles y los dientes. Más recientemente, el material genético antiguo, como el ADN, también ha ofrecido importantes conocimientos.
Los hallazgos provienen del yacimiento marroquí de Jebel Irhoud, conocido desde la década de 1960 por sus fósiles humanos y sofisticadas herramientas de piedra. Sin embargo, la interpretación de los fósiles de Irhoud se ha complicado durante mucho tiempo por las persistentes incertidumbres que rodean su edad geológica. En 2004, los antropólogos evolucionistas Jean-Jacques Hublin y Abdelouahed Ben-Ncer comenzaron un nuevo proyecto de excavación allí. Recuperaron herramientas de piedra y nuevos fósiles de Homo sapiens de al menos cinco individuos, principalmente piezas de cráneo, mandíbula, dientes y algunos huesos de las extremidades.
Datando los fósiles
Para proporcionar una fecha precisa para estos hallazgos, los geocronólogos del equipo utilizaron un método de datación por termoluminiscencia sobre las herramientas de piedra encontradas en el yacimiento. Cuando las herramientas antiguas se encuentran enterradas, la radiación empieza a acumularse de los sedimentos circundantes. Al calentarse, esta radiación se elimina. Por lo tanto, podemos medir la radiación acumulada para determinar cuánto tiempo hace que las herramientas fueron enterradas. Este análisis indicó que las herramientas tenían aproximadamente 315.000 años de antigüedad, 34.000 años arriba o abajo.
Los investigadores también aplicaron la datación por resonancia de espín electrónico, que es una técnica similar pero en este caso las medidas se hacen en los dientes. Usando datos sobre la dosis de radiación, la edad de un diente en una de las mandíbulas humanas se estimó en 286.000 años, con un margen de error de 32.000 años. Tomados en conjunto, estos métodos indican que Homo Sapiens (los humanos modernos) vivió en el extremo noroeste del continente africano mucho antes de lo que se conocía anteriormente.
Pero ¿cómo puede uno estar seguro de que estos fósiles pertenecían a un miembro de nuestra especie en lugar de a algún antepasado más antiguo? Para abordar esta cuestión, los anatomistas del equipo utilizaron tomografía computarizada de alta resolución (TAC) para producir copias digitales detalladas de los preciados y frágiles fósiles.
A continuación, utilizaron técnicas virtuales para la reconstrucción de la cara, el neurocráneo y la mandíbula inferior de este grupo, y aplicaron sofisticadas técnicas de medición para determinar que estos fósiles poseían una moderna morfología facial humana. De esta manera, se podrían distinguir de todas las otras especies humanas fósiles que se sabe habitaban en África por aquel entonces.
Los escáneres de alta resolución también se utilizaron para analizar estructuras ocultas dentro de las coronas dentales, así como el tamaño y la forma de las raíces dentales ocultas dentro de las mandíbulas. Estos análisis, que fueron el foco de mi contribución, revelaron una serie de características dentales que son similares a otros fósiles de humanos tempranos modernos.
Y aunque son más primitivos que los dientes de los humanos modernos, son claramente diferentes de, por ejemplo, Homo heidelbergensis y Homo neanderthalensis. El descubrimiento y los análisis científicos confirman la importancia de Jebel Irhoud como el sitio más antiguo que documenta una etapa temprana del origen de nuestra especie.
Arqueología versus genética
Como paleoantropólogo que se enfoca en el estudio de los huesos y dientes fósiles, a menudo me preguntan por qué no abordamos simplemente estas cuestiones de los orígenes humanos usando análisis genéticos. Existen dos motivos principales para esto. Aunque se han hecho avances increíblemente interesantes en la recuperación y el análisis de material genético de fósiles de varios cientos de miles de años de antigüedad, parece que esto sólo es posible en condiciones particulares (y lamentablemente raras) de enterramiento y fosilización, como puede ser una temperatura baja y estable.
Eso significa que hay fósiles de los que tal vez nunca podamos obtener datos genéticos y debemos confiar en los análisis de su morfología, como ya hacemos para otras cuestiones muy interesantes relacionadas con los primeros períodos de la historia evolutiva humana.
Además, entender la base genética de nuestra anatomía sólo nos dice una pequeña parte de lo que significa ser humano. Entender, por ejemplo, cómo el comportamiento durante nuestras vidas puede alterar la estructura externa e interna de los huesos de la mano puede ayudar a revelar cómo usamos nuestras manos para hacer herramientas. Del mismo modo, la medición de la composición química y la estructura celular de nuestros dientes puede decirnos lo que estábamos comiendo y nuestra tasa de desarrollo durante la infancia. Son estos tipos de factores los que nos ayudan a comprender realmente de qué maneras tú y yo somos similares y diferentes a los primeros miembros de nuestra especie.
Y por supuesto, no debemos olvidar que es gracias al registro arqueológico que podemos identificar cuándo empezamos a hacer arte, adornamos nuestros cuerpos con joyas, comenzamos a hacer herramientas sofisticadas y accedimos a una amplia gama de recursos vegetales y animales. Ha habido algunas sugerencias intrigantes de que las especies humanas incluso más antiguas que Homo sapiens pudieron haber exhibido algunos de estos comportamientos asombrosos.
Más investigaciones de este tipo revelarán lo únicos que realmente somos en la historia evolutiva de nuestro linaje. Así que vamos a animar a una nueva generación de jóvenes científicos a ir en busca de nuevos fósiles y descubrimientos arqueológicos que finalmente nos ayuden a formar el rompecabezas de la evolución humana de una vez por todas.
Artículo original publicado por The Conversation por Matthew Skinner, Profesor Titular de Antropología Evolutiva de la Universidad de Kent. Revisado y traducido por ¡QFC!