Hace un tiempo nos hicimos una serie de preguntas para tratar de comprender mejor qué es la fracturación hidráulica. Nos preguntamos qué es y qué riesgos tiene, y expusimos la opinión de ¡QFC! al respecto.
Naturalmente, como cualquiera que aprecie el progreso humano y se fije en las nuevas técnicas de obtención de energía que están aflorando día tras día a nuestro alrededor, es imposible apoyar un tipo de extracción de energía que, básicamente, replica el modus operandi de todo lo que se ha hecho hasta ahora: irrumpir en la geología del planeta, inyectar un cóctel químico contaminante en la corteza terrestre, fracturar a base de explosiones la roca, extraer un combustible fósil contaminante y, a menos que la regulación así lo disponga, abandonar el cóctel químico inyectándolo de nuevo en la roca, bajo los acuíferos de los que se alimenta la población del país.
Así pues, en ¡QFC! nos posicionábamos firmemente en contra de esta práctica, y exponíamos las razones de nuestra decisión (puedes echar un vistazo de nuevo aquí). En resumen, “[e]l fracking es una lucha desesperada por perpetuar a toda costa y mientras sea posible la dependencia de los combustibles fósiles.” Además, “el fracking es el último ejemplo de una perspectiva de riqueza anclada en los Siglos XIX y XX, donde la extracción irresponsable, tóxica y violenta se justifica como único camino a la prosperidad y donde la suciedad se esconde bajo la alfombra para así, creer que desaparece.”
Como problemas documentados del fracking, hablamos sobre la contaminación de acuíferos que sirven de suministro a poblaciones enteras, sobre la incapacidad de la gran mayoría de las depuradoras ordinarias de asimilar la inmensa cantidad de contaminantes disueltos en el agua utilizado en las operaciones, sobre el hecho de que, incluso aunque se intente extraer la totalidad del líquido utilizado en la fracturación hidráulica, entre un 50% y un 70% son irrecuperables y se quedarán en el pozo, sobre la falta de regulación para tratar los residuos que, una vez depurados, no tienen finalidad alguna y se han llegado a utilizar hasta para derretir la nieve en las carreteras por su alto contenido en sal, lo que supone, básicamente, la contaminación masiva del entorno y, finalmente aunque los ejemplos no terminen aquí, sobre los terremotos que esta actividad provoca en la superficie.
Este último es el caso de Oklahoma, en Estados Unidos, que gracias al fracking se ha convertido de la noche a la mañana en una zona tan propensa a terremotos como lo es California. Si bien California se asienta sobre la conocida falla de San Andrés, famosa por producir grandes y devastadores terremotos, Oklahoma tendía a sufrir de promedio menos de dos terremotos de intensidad 3.0 al año. En 2014 y 2015, este número se elevó a los cientos (2015 registró 907 temblores de magnitud igual o superior a 3.0).
El 5 de Noviembre de 2011 Oklahoma padeció el peor terremoto desde que existen registros; un terremoto de intensidad 5.6 que se dejó sentir en los estados vecinos de Texas, Arkansas, Kansas y Missouri y se llegó a detectar hasta en Tennessee y Wisconsin. Se registraron réplicas a lo largo de todo el día, incluido un nuevo temblor de 4.7. La causa no se atribuye al fracking. Se sabe que el fracking genera terremotos de mucha menor intensidad que rara vez sobrepasan un nivel de intensidad 3.0 (si bien el hecho de que causen cualquier tipo de temblor ya es razón para fruncir el ceño). Lo que sucedió, según se publicó en la Revista de Investigación Geofísica, fue que un premonitor (un temblor que precede a un gran terremoto) de intensidad 5.0 inducido por la inyección de fluido en un pozo de fracturación hidráulica causó un efecto dominó que terminó por desencadenar el terremoto del 5 de noviembre.
¿Los daños? Pocos, excepto dos personas con heridas leves, un el pandeo en tres puntos de la autopista nacional 62, ventanas rotas en áreas residenciales, chimeneas caídas, decenas de viviendas con diversos daños, algunas de ellas serios y un torreón de la Universidad de San Gregorio desprendido y otros dos dañados.
En un estudio publicado por el U.S. Geological Survey (USGS) ha concluido que la perforación para extraer petróleo y gas ha hecho que partes de Oklahoma y Kansas sean tan susceptibles de sufrir grandes terremotos como lo es California. El mapa, elaborado por el USGS, muestra que las probabilidades de que se produzca un terremoto de gran magnitud durante el próximo año son mayores en el norte de Oklahoma que en ningún otro lugar de EE.UU.
Este mapa es nuevo, ya que hasta ahora únicamente confeccionaban mapas de riesgos naturales, lo que reducía el estudio a California y pequeñas áreas de Idaho, Montana, Nevada, Washington y Wyoming. Ahora en cambio, han decidido incluir los terremotos producidos por el ser humano, cuya principal causa es la inyección del agua residual utilizada en el fracking y en la extracción de petróleo de nuevo en las capas subterráneas. El líquido tóxico es devuelto a los pozos de perforación, lo que con el tiempo puede hacer que aumente la presión y así afectar la estabilidad sísmica de la zona.
No obstante, el USGS nos pide que no seamos alarmistas. Después de todo, los datos han sido recopilados principalmente a lo largo del último año, por lo que aún queda mucho por comprender. Como apuntábamos, 2015 vio 907 terremotos de magnitud 3.0 o mayor en Oklahoma. Este año se han registrado hasta la fecha 106, de los cuales tres han sido de magnitud 5.0, acercándose a récords históricos.
Hoy, Oklahoma es el tercer estado con mayor frecuencia de terremotos, únicamente superado por California y Alaska.
Hasta ahora esta información no se conocía y, por supuesto, se negaba que el fracking pudiera producir efecto adverso alguno. No había pruebas de agua contaminada, ni de toxinas en la corriente de los ríos, ni de terremotos. Pero claro, si un fenómeno no es estudiado y, a pesar de ser reportado, es ignorado… las evidencias desaparecen. Afortunadamente, poco a poco se va conociendo más acerca de esta práctica retrógrada, anacrónica y tóxica.