Saturno es sin duda el planeta más legendario del sistema solar debido a su complicado y espectacular sistema de anillos. Cierto es que los cuatro gigantes gaseosos (los planetas jovianos, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) poseen anillos a su alrededor, pero en ningún caso son tan evidentes ni característicos como los de Saturno. Así pues, hablemos un poco de este planeta.
Para empezar, algunas de las medallas que se podría llevar Saturno, en realidad han ido a parar a Júpiter. Con casi 70.000 kilómetros de radio (69.911 para ser precisos), Júpiter es un 20% mayor que Saturno (que tiene un radio de 58.232 kilómetros). A modo de comparación, el radio de la Tierra es de 6.371 kilómetros. Es decir, que ambos planetas son enormes. Por otro lado el número de lunas que orbita Júpiter es de 67 mientras que Saturno mantiene las órbitas de 62.
No obstante, Saturno contiene el sistema de anillos más complicado del Sistema Solar, además de un huracán único.
Los anillos de Saturno
Hasta principios del Siglo XVII, Saturno era considerado el más lejano de los planetas del Sistema Solar, y todo lo que se había descubierto hasta entonces había sido realizado a simple vista. No obstante, a su órbita se le asignaron propiedades divinas, y muchas culturas a lo largo de los siglos le han otorgado desde poder sobre las cosechas (griegos) hasta poder para juzgar sobre las acciones de los muertos tras su paso por la vida (hindúes), entre muchos otros.
No sería hasta 1610 que Galileo Galilei orientase su telescopio al cuerpo celeste para realizar la primera observación directa del mismo. En aquel momento, observó dos objetos de menor dimensión que se asentaban a los lados del planeta. Dada la relativamente baja resolución de su lente, esta imperfecta observación le hizo concluir que Saturno era un sistema triple de planetas con dos planetas menores orbitando al principal. Ya en 1659m el astrónomo neerlandés Huygens identificó estos cuerpos como un fino anillo que rodeaba al planeta. Poco más tarde, en 1975, el italiano Cassini descubrió la división en lo que ahora se conoce como los anillos A y B.
Hoy en día se conocen numerosos anillos, separados por regiones de menor densidad. Su composición es, básicamente, agua helada (hasta un 93%) mezclada con impurezas. Y su grosor medio no es más de 10 metros en total. Para un planeta con las dimensiones de Saturno, 10 metros es prácticamente invisible, pero es tal la cantidad de polvo y pequeñas rocas presentes en los anillos que terminan por conformar lo que a simple vista parece un cuerpo uniforme.
El hexágono de Saturno
Tras los anillos, quizás el elemento más carismático de Saturno sea su hexágono. Lo cierto es que no se conoce con certeza qué lo provoca, pero existe un patrón nuboso gigantesco en el polo norte del planeta. Cada uno de los lados del hexágono mide unos 13.800 kilómetros, lo que los hace significativamente mayores al diámetro de nuestro planeta.
Una hipótesis, desarrollada por la Universidad de Oxford, es que el hexágono se forma cuando existe una variación en la velocidad de los vientos atmosféricos de Saturno. Esta forma surgió en laboratorio cuando expusieron un tanque con líquido en su interior a dos velocidades de rotación diferentes en su centro y en su periferia. La forma que surgió con mayor frecuencia fue el hexágono, si bien en este estudio consiguieron observar formas que variaban desde los tres a los ocho lados.
Si se observa el centro del hexágono, se puede ver cómo el vórtice de este colosal huracán es, en realidad, circular, más semejante a lo que estamos acostumbrados a ver en la Tierra. Quizás el descomunal tamaño del mismo haga que termine por formar esta curiosa forma geométrica.
Además del tamaño, quizás la violencia de los vientos juegue un papel importante. En el ecuador del planeta se han detectado vientos en la parte superior de la atmósfera de hasta 500 metros por segundo. A modo de comparación, los mayores vientos registrados en la Tierra generalmente rondan los 110 metros por segundo.
El hexágono es un fenómeno único en el Sistema Solar, y por lo tanto mantiene a la comunidad científica fascinada y deseosa por comprender cómo se forman este tipo de anomalías.
Misiones a Saturno
Hasta la fecha se han sucedido 5 misiones al planeta anillado. La primera de ellas, la Pioneer 11 envió una sonda que realizó un vuelo de reconocimiento para investigar el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, el entorno de Júpiter y Saturno, el viento solar, rayos cósmicos y los límites del Sistema Solar. El último contacto que se tuvo con esta sonda fue en 1995, cuando se rebasó el límite de la distancia en que la nave aún tenía energía suficiente para enviar datos.
La Voyager 1 fue enviada allá por 1977 junto con la Voyager 2 para estudiar Júpiter y Saturno y realizó varias mediciones mientras volaba cerca de estos cuerpos. Hoy en día es el objeto espacial creado por el hombre más lejano. Dejó el Sistema Solar allá por 2009 y en estos momentos se encuentra en el espacio interestelar, la región que existe entre las estrellas. Puedes ver el vídeo del lanzamiento aquí.
Por su lado, la Voyager 2 tenía como misión estudiar los cuatro cuerpos jovianos, y hasta la fecha ha sido la única misión en hacerlo. Hoy se encuentra estudiando los límites del Sistema Solar, pero no será hasta dentro de entre 14.000 y 28.000 años que las Voyager saldrán de la llamada Nube de Oort y dejarán atrás el Sol y todo aquello que lo orbita. Puedes ver el vídeo del lanzamiento aquí.
Finalmente, la astronave Cassini–Huygens fue enviada en 1997 y permaneció en estado de hibernación hasta 2004. Mientras la sonda Cassini estudia las lunas y sus atmósferas, el robot Huygens se separó de ella en diciembre de 2005 y en enero de 2005 alunizó en Titán, desde donde comenzó a enviar datos de vuelta a la Tierra. Este fue el primer alunizaje con éxito ocurrido en el Sistema Solar exterior (más allá del cinturón de asteroides). Puedes ver el vídeo del lanzamiento aquí.
Aún queda mucho por comprender sobre Saturno y sus lunas, pero de lo que no cabe duda es que es un planeta único, tremendamente interesante, y que no hemos hecho más que comenzar a comprender. Estudios futuros arrojarán sin duda más luz sobre su composición, sus lunas, e incluso de la posibilidad de vida en algunas de ellas, como Titán.