La Vía Láctea es uno de los rasgos más característicos del firmamento, y ha inspirado a lo largo de los siglos música, poemas y asombro. No obstante, pronto podría quedar reducido a los anales de la memoria colectiva si los niveles de contaminación lumínica a los que queda expuesta la población mundial continúan o aumentan.

El estudio, publicado en la revista Science Advances, muestra cómo el brillo de nuestra propia galaxia permanece invisible para un 60% de europeos. En áreas completas como los Países bajos, Qatar o Israel la cantidad de luz utilizada durante la noche nubla la vista e impide la aparición de esta característica única del cielo.

A modo de ejemplo, los autores señalan cómo los parisinos tendrían que viajar más de 900 kilómetros, hasta Escocia, el área central de España o Córcega para poder disfrutar de cielos prácticamente en oscuridad total. En total, más de un 99% de la población europea y norteamericana está expuesta a algún tipo de contaminación lumínica.

La ciudad de Los Ángeles en 2010 y 2012, antes y después de las ledes

Por el contrario, las áreas menos afectadas por la contaminación lumínica son el área central de África y Madagascar.

Hasta el siglo XX la Vía Láctea era un acompañante cotidiano en la noche. Ahora, no obstante, se está convirtiendo en un recuerdo más y más distante, especialmente con la irrupción de las luces led en prácticamente todos los aspectos de la vida. Este tipo de luz, más ahorrativa que las bombillas incandescentes tradicionales, ha hecho que un gran número de ciudades cambie sus sistemas de iluminación. A una fracción del precio anterior y a igual rendimiento, muchas metrópolis han optado por una iluminación más potente, aumentando incluso más la contaminación lumínica. Se estima que algunas ciudades podrían doblar su “halo” luminoso en los próximos años gracias a (o por culpa de) la adopción de esta tecnología.

Los autores recomiendan un uso más comedido de la iluminación pública. Ejemplos de esto incluyen el encendido de las luces por el movimiento, el uso de pantallas que dirijan mejor la luz y eviten así la irradiación innecesaria, o el apagado sistemático de edificios y oficinas vacíos durante la noche.

Además de permitirnos descansar y mejorar nuestra salud, ahorrar en la factura pública de la luz y permitirnos tener noches menos artificiales, el uso responsable de la iluminación nocturna puede ayudar a toda una serie de animales para los que la contaminación lumínica es un problema grave que les afecta directamente en sus hábitos naturales.

El siguiente vídeo explica, y muestra, qué áreas del planeta se encuentran más contaminadas. Puedes encontrar la traducción más abajo.

La Vía Láctea, la galaxia que contiene a nuestro Sistema Solar, ha dominado el cielo nocturno y la imaginación humana durante eones. Pero un tercio de la humanidad es incapaz de verla, debido a la contaminación lumínica.  Un equipo de científicos italianos y americanos han producido este atlas global de la contaminación lumínica. Las partes más visibles del atlas en rojo, amarillo y azul claro muestran las áreas con los mayores niveles de contaminación lumínica. La contaminación lumínica es una forma muy común de alteración medioambiental. En la mayor parte de los países desarrollados, las luces artificiales crean una “neblina luminosa” que sepulta a las estrellas. No sólo la contaminación lumínica impide a los humanos ver el cielo nocturno, sino que la luz que no es natural puede confundir o delatar a la vida salvaje como a los insectos, los pájaros o las tortugas marinas. No obstante, la contaminación lumínica se puede reducir limitando las emisiones de luz tanto como sea posible, o simplemente apagándolas.

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