A pesar de que el argot popular pueda dar a entender lo contrario, el pene humano, aun como una roca, no contiene huesos. Lo mismo no se puede decir de muchos de nuestros parientes evolutivos más cercanos: los chimpancés y bonobos tienen huesos peneanos (la imagen muestra uno de un macaco), también conocido como báculo.

Para descubrir por qué algunos primates, así como la mayoría de mamíferos, poseen esta característica mientras que otros no lo hacen, los investigadores rastrearon la historia evolutiva del hueso a través del tiempo. El báculo (baculum en latín) evolucionó por primera vez entre 145 y 95 millones de años, según publicó el equipo en la revista Proceedings of the Royal Society B. Eso significa que se hallaba presente en el ancestro común más reciente de todos los primates y carnívoros.

La razón por la que algunos descendientes, como los humanos, perdieron su báculo parece deberse a diferencias en las prácticas reproductivas. En los primates, la presencia del hueso peneano se correlaciona de manera más estrecha con el aumento de la duración de la intromisión, es decir, cuánto tiempo el pene penetra en la vagina durante las relaciones sexuales. Los tiempos de intromisión más largos a menudo ocurren en especies con prácticas de apareamiento poligámico, donde múltiples machos se aparean con múltiples hembras, como se observa en bonobos y chimpancés, pero no en seres humanos.

Puesto que este sistema crea una competencia intensa por la fertilización, una manera para hacer que el resto de machos reduzca su acceso a la hembra es pasar más tiempo teniendo sexo con ella ellos mismos. El hueso del pene facilita esto asistiendo al pene durante el acto sexual y manteniendo la uretra abierta.

Artículo original publicado por Science. Adaptado y traducido por ¡QFC!

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