Las aves son capaces de navegar a través de miles de kilómetros hasta llegar a exactamente el mismo lugar año tras año, gracias a su capacidad para percibir los campos magnéticos de la Tierra; un sentido conocido como magnetorrecepción. Ahora, investigadores han demostrado que los ojos de los perros, algunos primates y los osos contienen la misma molécula que se cree responsable de esta facultad en las aves, lo que sugiere que estos mamíferos podrían ser capaces de hacer lo mismo.

Los criptocromos son un grupo común de moléculas sensibles a la luz que existen en bacterias, plantas y animales. Estas proteínas especializadas permiten a ciertos animales, como aves, insectos, peces y reptiles detectar campos magnéticos, lo que les permite percibir su dirección, altitud y ubicación. Algunos mamíferos, como los murciélagos, las ratas, los ratones y los topos parecen tener este sentido, pero el alcance de esta capacidad en otros mamíferos es en gran medida desconocido.

La molécula que se considera responsable de este «sexto sentido» en las aves, y que los humanos por desgracia han perdido, se conoce como criptocromo 1a, y es parte del grupo de moléculas sensibles a la luz cuyas homólogas, además, ayudan a las bacterias, plantas y mamíferos a regular sus ritmos circadianos.

Imagen de la capa de fotorreceptores en las retinas de perros y orangutanes. El criptocromo 1 es visible en verde inmunofluorescente. Imagen: Christine Niessner et al., 2016/Nature Scientific Reports

Ahora, en el primer estudio de este tipo, los investigadores del Instituto Max Planck y varias otras instituciones han descubierto la presencia de la versión mamífera de esta molécula, el criptocromo 1, en las retinas de 90 especies de animales. Los investigadores encontraron esta molécula en los conos sensibles al color azul de carnívoros caninos, como perros, lobos, osos, zorros y tejones, pero no en los de los ojos de los carnívoros felinos, como los gatos, leones y tigres. En los primates, los investigadores descubrieron la presencia de criptocromo 1 en orangutanes, macacos rhesus, macacos cangrejeros y otros. Los detalles se pueden encontrar en la sección Scientific Reports de la revista Nature.

Para evitar confusión, es necesario aclarar que simplemente por el mero hecho de poseer criptocromo 1 no significa necesariamente que estos animales sean capaces de percibir campos magnéticos como hacen los pájaros. Cabe la posibilidad de que la molécula pueda estar jugando algún otro tipo de papel en sus ojos.

Pero los investigadores tienen razones de peso para sugerir que su presencia es un signo de magnetorrecepción. Para empezar, el criptocromo 1 que encontraron en los mamíferos fue localizado en los segmentos externos de los fotorreceptores sensibles a la banda azul-ultravioleta del espectro electromagnético.

¿Y por qué es esto relevante?

Porque ese es el mismo lugar donde se encuentra la molécula en las aves. En ese caso, se cree que el criptocromo 1a se activa mediante campos magnéticos, lo que provoca una reacción en cadena que permite a los animales detectarlos. Este proceso es bastante complicado, pero la historia, resumida, es la siguiente:

Hay evidencia de que algunas aves, en particular los petirrojos europeos, en realidad pueden visualizar el campo magnético de la Tierra mediante la detección del entrelazamiento cuántico.

Explicación de la magnetorrecepción en las aves. Los electrones en las células receptoras de los ojos de las aves pueden cambiar su espín, y por lo tanto su estado de entrelazamiento con otros electrones, basándose en el campo gravitacional de la Tierra. Esto les permite a las aves percibir los campos magnéticos. Imagen: Neill Lambert et al., 2013/Nature Physics

La teoría es que los electrones en las células receptoras de los ojos de las aves pueden cambiar su espín, y por lo tanto su estado de entrelazamiento con otros electrones, basándose en el campo gravitacional de la Tierra. Y dependiendo de la dirección en que estén volando en relación con este campo, los electrones bien absorberán la energía del Sol o la liberarán de nuevo hacia el nervio óptico.

Esto es increíble, no sólo porque es un fenómeno cuántico que está sucediendo dentro de las células de un ser vivo, sino también porque puede significar que las aves pueden, de hecho, ver el entrelazamiento cuántico,  algo que nuestros mejores científicos apenas pueden visualizar. Esto también significa que pueden ser capaces de ver con sus propios ojos si van al oeste o al norte, algo así como una brújula incorporada, lo que es increíble.

En segundo lugar, dada su ubicación en el borde de las células cónicas de los mamíferos, es poco probable que controle el ritmo circadiano o actúe como un pigmento visual para la percepción del color, informan los investigadores. «Por lo tanto, es posible que estos animales también tengan un sentido magnético que esté vinculado a su sistema visual», concluyen.

¿Para qué están utilizando esta habilidad las especies animales?

Asumiendo que eso sea cierto y que de hecho la estén utilizando, no está muy claro todavía para qué, pero es bien sabido que los perros, por ejemplo, prefieren hacer caca a lo largo de un eje norte-sur (por raro que pueda parecer), y no son los únicos que muestran cierta preferencia magnética.

«Durante la caza, los zorros tienen más éxito en la captura de ratones cuando se lanzan sobre ellos en una dirección noreste,» añade George Dvorsky, especialista en bioética. «Para los primates, esta brújula incorporada puede ayudar con la orientación corporal, o podría ser un rasgo evolutivo vestigial en gran parte no utilizado.»

Pero qué a gusto se hace popó mirando al norte.

La gran sorpresa para los investigadores fue el hecho de que, de las 90 especies de mamíferos examinadas, sólo unos pocos contenían criptocromo 1, y esto sin incluir a mamíferos que se conoce que navegan usando los campos magnéticos, como pueden ser ratones y murciélagos.

Es posible que esos mamíferos naveguen de una manera diferente, según sugieren los investigadores, como por ejemplo mediante el uso de magnetita: diminutas partículas de hierro que se encuentran en las células que funcionan como una especie de brújula de bolsillo. Las aves también las utilizan para averiguar dónde están.

Los investigadores ahora tienen que elucidar si los perros, los osos y las especies de primates mencionadas realmente están utilizando o no los poderes magnetorreceptivos del criptocromo 1, o si la molécula tiene otra finalidad en sus ojos.

De cualquier manera, es fascinante pensar en la posibilidad de que nuestros ancestros primates, por muy distantes que sean, todavía puedan tener la capacidad de percibir los campos magnéticos que han sido durante mucho tiempo invisibles para nosotros. Estamos un poco celosos, pero al menos siempre seremos capaces de percibir los campos magnéticos de Jean Michel Jarre.