Quizás pensemos que el ser humano es el único animal que disfruta con un estado aparentemente tan poco “natural” como es la embriaguez. Pero de nuevo, y como sucede con muchos otros comportamientos que creemos son exclusivamente humanos, no es difícil encontrar ejemplos en la naturaleza.

La cuenca del Okavango es un área situada en Botsuana por donde fluye el río Okavango. En este punto, el río topa con una fosa tectónica o graben, que interrumpe su curso. El río forma un delta en este punto, y sus aguas se evaporan a la atmósfera, por lo que no desemboca en ningún punto.

Aquí la vida es relativamente sencilla para los animales, ya que encuentran alimento y agua con gran facilidad, especialmente comparado con el territorio el derredor, que no es otro que el desierto del Kalahari.

El siguiente vídeo muestra el curioso caso de la fruta de la marula, que crece en esta región. Es necesario apuntar que la veracidad de este vídeo ha sido puesta en duda, pero al mismo tiempo, siguen reportándose casos de animales embriagados tras ingerir marulas. Esto hace que sea complicado corroborar o refutar la evidencia.

Según comenta el narrador:

– Esta opulenta sociedad se ha vuelto indiferente y hastiada con la vida. Todo es sencillamente «demasiado fácil» en la cuenca del Okavango. Han perdido el placer por la vida, a diferencia de sus primos, los habitantes del inhóspito desierto. Aquí la vida no ofrece desafío alguno, y muchos se han vuelto gandules y vividores. Su único momento álgido viene en verano, cuando el árbol de la marula produce su fruta. Al principio, las marulas son sabrosas pero de difícil acceso. Debes ser ágil o fuerte para hacerte con ellas.

– Pero tras unas semanas las marulas maduran, y comienzan a caer del los árboles. Es entonces cuando todos los animales se acercan y se inflan con la fruta podrida. Comienza a fermentar por su cuenta, y se convierte en un caldo muy potente… así que de camino a casa, les empiezan a ocurrir cosas…

– Cuando cae la noche, vuelve la paz. Una bendita paz…