Hace casi 40 años del nacimiento de Louise Brown, el primer bebé probeta. Si bien este increíble avance causó una gran controversia en su momento, hoy en día la FIV [Fecundación in Vitro] es una práctica común. Así pues, ¿cómo se espera que cambie tanto la concepción como el parto en los próximos 40 años?
El ritmo tan rápido al que se han sucedido las investigaciones en las áreas de la fertilidad y la reproducción plantea algunas emocionantes preguntas sobre el futuro. ¿Llegaremos a concebir y desarrollar bebés enteros en laboratorios, haciendo del sexo y el embarazo cosas del pasado? Y, ¿estarán todos los bebés del futuro «diseñados genéticamente»?
Una de las claves residirá en la capacidad que tengan las mujeres para preservar su fertilidad y concebir hijos más tarde en la vida. El procedimiento del congelamiento de óvulos resultaba tener, en tiempos, bastante poco éxito. Pero hoy en día entre el 80 y el 90 por ciento de los óvulos sobreviven y las mujeres llegan a presentar hasta un 97 por ciento de posibilidades de concebir si congela 40 óvulos o más antes de cumplir los 35. Otra opción existente para las mujeres es la de congelar tejido ovárico a una edad temprana, que puede ser descongelado e injertado de nuevo en el cuerpo varios años más tarde. Esta técnica aún se encuentra bajo investigación, pero ya han nacido bebés por este método, y no hará sino mejorar con el tiempo.
Los científicos también han creado con éxito esperma a partir de células madre [sobre la que escribimos, y que puedes leer aquí] y no existe razón por la que lo mismo no se pueda hacer con los óvulos. De este modo, en 40 años, las mujeres muy probablemente tendrán varias opciones viables para ayudar a preservar su fertilidad. Esperemos que esto también goce de aceptación social y sea un método asequible para entonces, confiriendo a las mujeres el poder de tener hijos cuando estén listas.
¿Provocarán estos cambios, pues, que la fecundación in vitro se convierta en la principal forma de reproducción? A pesar de la enorme cantidad de investigación, sólo un tercio de las mujeres son capaces de tener un bebé hoy a través de la fecundación in vitro, algo que es poco probable que cambie en los próximos 40 años. Esto se debe en parte a la edad y al hecho de que hasta el embrión de aspecto más saludable sólo tiene alrededor de un 30% de probabilidades de tener una anomalía genética, que puede provocar un aborto espontáneo o causar defectos genéticos. Ya se utiliza el chequeo genético previo a la implantación para identificar estos embriones, pero en el futuro, la mejora de las pruebas «no invasivas» del fluido en el que ha crecido embrión impulsará significativamente las probabilidades de éxito de la fecundación in vitro. Es más, de aquí a un siglo, es altamente probable que la FIV sea la manera «normal» de concebir, haciendo que aquellos que conciben de forma natural parezcan unos radicales.
Por supuesto, todas estas pruebas pueden llevarnos de manera inevitable al » diseño de bebés». De hecho, los defectos genéticos podrán (o más bien, pueden) ser eliminados en 40 años. Ya tenemos la capacidad de mirar no sólo a los problemas cromosómicos más comunes, como el síndrome de Down, sino a todos y cada uno de genes, así como las áreas entre ellos. En 40 años las pruebas serán más precisas y los resultados estarán disponibles de inmediato, haciendo posible la identificación de embriones con enfermedad o con un alto riesgo de desarrollar problemas más adelante en la vida. Si bien existen dificultades éticas acerca de esto, es difícil argumentar en contra de una elección si ésta ha sido informada.
Se espera que para 2056, y desde luego para dentro de 100 años, tengamos también la capacidad de corregir los genes anormales ya sea en el embrión o el feto utilizando técnicas de edición de genes como CRISPR. El genoma fetal se podría cortar en cualquier lugar deseado y así eliminar los genes con anomalías o añadir nuevos genes normales. De esta manera, los bebés podrían ser «tratados» en el útero, dándoles la oportunidad de tener una vida saludable. La ética aquí no es clara, pero se podría argumentar que esto es, de hech,o mejor que los programas actuales de selección, diseñados para identificar y excluir en lugar de para salvar los embriones con problemas.
El embarazo y el parto
En la década de 1920, el científico J B S Haldane realizó una célebre predicción en la que aseguraba que para el año 2074 más del 70% de los humanos nacería de un útero artificial. Todavía estamos muy lejos de ese punto. Sin embargo, los bebés están logrando permanecer un período cada vez mayor de su tiempo de gestación fuera del cuerpo humano. La fertilización puede ocurrir en el laboratorio, así como las dos primeras semanas de formación del embrión [y de hecho, como escribimos aquí, incluso más, si la ley lo permitiera]. Los bebés también pueden sobrevivir a pesar de haber nacido tras sólo 22 o 24 semanas, algo que era impensable en la década de 1970.
Incluso si se hacen posibles los úteros artificiales, es probable que queden altamente regulados y restringidos a una minoría de mujeres que no pueden llevar a cabo un embarazo o a aquellas cuyas vidas quedarían en significativo peligro. Pero tal como están las cosas, ya hay opciones para estas mujeres, como las “madres de alquiler”. Es por esa razón que es poco probable que veamos bebés creciendo en laboratorios en los próximos 40 años. Sin embargo, según se va probando y evaluando esta tecnología, bien podrían verse las parejas de dentro de 100 años observando a sus bebés creciendo en incubadoras artificiales las 24 horas del día con actualizaciones a tiempo real.
¿Cabe la posibilidad de que en el futuro, todas las mujeres tengan cesáreas en lugar de partos naturales? Un número creciente de estudios está mostrando cómo la planificación de una cesárea «opcional» es la forma más segura de tener un bebé; no puede existir una garantía de que un parto natural salga según lo planeado.
Pero existen riesgos. Repetidas cesáreas pueden causar que la placenta en embarazos futuros se adhiera de manera tan fuerte a las cicatrices existentes que no se desprenda tras del parto. Esto puede provocar un sangrado significativo y la necesidad de realizar transfusiones de sangre o histerectomías. Sin embargo, es una condición rara, más común en mujeres que han tenido más de dos cesáreas. Y dado que las familias del Reino Unido hoy en día sólo están teniendo 1,8 bebés de promedio [y las españolas únicamente 1,48], el argumento a favor del «parto por cesárea para todas» no va a desaparecer. El hecho de que muchos obstetras elijan dar a luz de esta manera muestra que tras esta técnica hay más miga que el ser «demasiado ‘pija’ para empujar». Lo más probable es que las actitudes cambien en el futuro y que las cesáreas se conviertan en la norma.
Por supuesto, es imposible predecir con exactitud lo que sucederá en el año 2056 y más allá. Si bien la historia nos ha enseñado que las cosas no permanecerán inmóviles, podemos estar seguros de que el debate ético y social probablemente será tan complejo como la ciencia.
* Artículo originalmente publicado en The Conversation.