Todos lo hemos oído alguna vez: comer alimentos salados te vuelve más sediento. Pero lo que suena como un buen consejo nutricional resulta ser un cuento de viejas. En un estudio realizado durante una misión simulada a Marte, un grupo internacional de científicos ha hallado que se cumple precisamente lo contrario. Los «cosmonautas» que comían más sal retenían más agua, no estaban tan sedientos y necesitaban más energía.

Por alguna razón, nadie había llevado a cabo nunca un estudio a largo plazo para determinar la relación entre la cantidad de sal en la dieta de una persona y sus hábitos de consumo. Los científicos han sabido que un aumento en la ingesta de sal de una persona estimulaba una mayor producción de orina; simplemente se ha asumido que el líquido extra viene de beber más. Pero, ¡no tan rápido!, dicen los investigadores del Centro Aeroespacial Alemán (DLR, por sus siglas en alemán), el Centro Max Delbrück de Medicina Molecular (MDC), en Alemania, la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos, y colegas de todo el mundo. Recientemente, aprovecharon de una misión simulada a Marte para poner a prueba el viejo adagio. Sus conclusiones aparecen en dos artículos en The Journal of Clinical Investigation; puedes ver el primero aquí, y el segundo aquí.

Un viaje espacial simulado proporciona las condiciones experimentales perfectas

(Imagen ampliable) Marte visto por la sonda Mars Global Surveyor en abril de 1999. Imagen: NASA/JPL/MSSS

¿Qué tiene que ver la sal con Marte? En realidad, nada, pero en un viaje espacial largo conservar cada gota del agua puede ser crucial. La relación entre la ingesta de sal y la ingesta de líquidos podría afectar los cálculos; no te gustaría que un viajero interplanetario muriera sólo porque le apetecía un poquito de sal en sus comidas. [Una vez en Marte, el agua se encuentra en relativa abundancia en enormes depósitos de hielo, como vimos aquí, y se podría utilizar hasta para construir las primeras moradas, como vimos aquí.] Lo realmente interesante en la simulación, sin embargo, era que proporcionó un ambiente en el cual cada aspecto de la nutrición, del consumo de agua, y del consumo de sal de una persona, pudiera ser controlado y medido.

Los estudios fueron realizados por Natalia Rakova (MD, PhD) de la Charité y MDC y sus colegas. Los sujetos fueron divididos en dos grupos de 10 voluntarios masculinos encerrados en una nave ficticia durante dos vuelos simulados a Marte. [en el futuro, estos vuelos podrían hacerse en este megacohete de la NASA, cuyas pruebas de encendido también vimos aquí.] El primer grupo fue examinado durante 105 días; el segundo durante 205 días. Ambos tenían dietas idénticas excepto que durante períodos de varias semanas, se les dio tres niveles diferentes de sal en su comida.

En el largo plazo, los astronautas ficticios bebieron menos en una dieta salada

Los resultados trajeron algunas sorpresas consigo… a largo plazo. En el corto plazo, los resultados confirmaron la sabiduría de los camareros: los cacahuetes salados aumentarán las ventas de bebidas. Comer más sal también conduce a un mayor contenido de sal en la orina; no es de extrañar. Tampoco hubo ninguna sorpresa en la correlación entre las cantidades de sal y la cantidad total de orina. Pero el aumento no se debió a un incremento en la bebida; de hecho, una dieta salada hizo que los sujetos bebieran menos. La sal estaba activando un mecanismo para conservar agua en los riñones.

Antes del estudio, la hipótesis dominante era que iones cargados de sodio y cloruro en la sal se unían a las moléculas de agua y las arrastraban hacia la orina. Los nuevos resultados mostraron algo diferente: la sal se mantenía en la orina, mientras que el agua regresaba al riñón y al cuerpo. Esto resultó completamente desconcertante para el Prof. Jens Titze, MD de la Universidad de Erlangen-Nüremberg y del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt y sus colegas. «¿Qué fuerza alternativa podría estar haciendo que el agua retrocediera?», preguntó Titze.

Experimentos en ratones sugirieron que la urea podría estar involucrada en esto. Esta sustancia se forma en los músculos y el hígado como una forma de desprenderse del nitrógeno. En ratones, la urea se acumulaba en el riñón, donde contrarrestaba la fuerza de extracción de agua del sodio y el cloruro. Pero como la síntesis de la urea requiere de mucha energía, esto explica por qué los ratones con una dieta alta en sal comían más. Un aumento de sal no aumentaba la sed, pero sí los volvía más hambrientos. De igual manera, los «cosmonautas» humanos que recibieron una dieta salada se quejaban de estar hambrientos.

La urea no es sólo un producto de deshecho

(Imagen ampliable) El menú de Mars500 de un estudio de 2011. Imagen: ESA

El proyecto revisa la idea científica sobre la función de la urea en nuestros cuerpos. «No es sólo un producto de desecho, como se había supuesto», dijo el Prof. Friedrich C. Luft, MD de la Charité y MDC. «En cambio, resulta ser un osmolito muy importante; un compuesto que se une al agua y ayuda a transportarla. Su función es mantener el agua en nuestros cuerpos cuando éstos se deshacen de la sal. La naturaleza ha encontrado aparentemente una manera de conservar el agua que de otra manera habría sido llevada a la orina por la sal».

Los nuevos hallazgos cambian la forma en que los científicos han pensado sobre el proceso mediante el cual el cuerpo logra la homeostasis del agua; manteniendo una cantidad y un equilibrio adecuados. Eso debería ocurrir tanto si un cuerpo está siendo enviado a Marte como si no. «Ahora tenemos que estudiar este proceso como una actividad concertada del hígado, los músculos y los riñones», dice Jens Titze.

«Aunque no abordamos directamente la presión arterial y otros aspectos del sistema cardiovascular, también está claro que sus funciones están estrechamente conectadas con la homeostasis del agua y el metabolismo energético».

Artículo original publicado por Max Delbrück Center for Molecular Medicine. Revisado y traducido por ¡QFC!

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