Datos aportados por las sondas Cassini y Voyager muestran que la burbuja de partículas que rodea el sistema solar es esférica, no con forma de cometa. La observación de una burbuja esférica va en contra de 55 años de especulación sobre la forma de esta característica del sistema solar, explica Tom Krimigis del Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins en Laurel, Maryland, Estados Unidos, que junto con sus colegas publicaron los resultados en Nature Astronomy.
«Realmente no se puede discutir este nuevo resultado», dice Merav Opher de la Universidad de Boston, que no participó en el estudio. «Los datos dicen de una forma tan robusta que no hay cola».
La burbuja, llamada heliosfera, se ve alimentada por partículas que fluyen del sol y envuelven todo el material en el sistema solar. Su forma es importante porque proporciona pistas sobre cómo interactúa el sistema solar con el espacio interestelar.
En la década de 1960, los investigadores propusieron que la heliosfera bien tenía forma de cometa o bien era esférica. Los campos magnéticos que rodean al sol y a los planetas tienen una forma similar a cometas, con largas colas que se extienden detrás de ellos. Así pues, los científicos especularon que la heliosfera debería tener también una cola. En 2013, los datos de la Interstellar Boundary Explorer, o IBEX, hallaron signos de que la suposición de la cola era correcta. La sonda contó el número de átomos que se mueven rápidamente y que se cree que han sido lanzados hacia el interior desde el borde del sistema solar al chocar con partículas cargadas enviadas por el Sol. Detectar esos átomos ofrece pistas sobre la forma de la heliosfera, y las imágenes sugerían que el sistema solar tenía una cola larga y retorcida parecida a un trébol de cuatro hojas.
Pero no estaba claro a partir de los datos exactamente a qué distancia de la nave espacial se encontraban los átomos y, por tanto, hasta qué punto llegaba la cola de la heliosfera, dice Krimigis. Al combinar más de una década de datos de las sondas Voyager y Cassini, él y sus colegas buscaron una imagen más clara. El equipo siguió de forma específica la variación en la abundancia de estos rápidos átomos en diversas partes de la heliosfera conforme aumentaba o menguaba la intensidad de las partículas cargadas que fluyen desde el sol, el llamado viento solar.
Más allá de la heliosfera, donde se encuentran las sondas Voyager, cuando disminuía la intensidad del viento solar, también lo hacía la abundancia de átomos rápidos. Cuando aumentaba, el número subía, a pies juntillas. A observar los átomos rápidos en la parte posterior de la heliosfera, el equipo vio los mismos cambios. Si existiera una larga cola, dice Krimigis, los cambios en el número de átomos no serían iguales en ambas direcciones. Debido a que, en una cola, los átomos tendrían que viajar más lejos, tardarían más tiempo en acumulara allí otra vez.
Mientras que la evidencia observacional ahora favorece la forma esférica de la heliosfera, las simulaciones recientes sugieren algo más exótico. La burbuja en realidad podría tener la forma de un croissant, dice Opher. Las simulaciones, que incorporan datos del Voyager 1, muestran que la interacción de los campos magnéticos del sol y el espacio interestelar aplastan el viento solar en dos chorros, lo que podría traducirse en la observación de dos colas cortas. Estos chorros no se han detectado todavía. Pero si existen, dice, podrían dar pistas a otros conjuntos de chorros observados en el universo, como los eyectados por estrellas jóvenes o incluso agujeros negros.
Artículo original publicado por Science News. Revisado y traducido por ¡QFC!