No es fácil construir la Tierra. La mayoría de las explicaciones sobre cómo se formó nuestro planeta sufren de problemas preocupantes. Pero si esta nueva idea es correcta, tendríamos que agradecer a un joven e hiperactivo sol por la existencia de la Tierra, y además resolveríamos un misterio sobre Marte que viene de largo.

De acuerdo con la tradición estándar, el proceso de construcción del planeta comenzó cuando partículas de polvo que se encontraban orbitando el sol recién nacido se pegaron, formando rocas que terminaban por constituir objetos aún más grandes.

Pero esta historia es problemática. «Me he hallado muy, pero realmente muy trastornado por el problema que supone hacer planetas terrestres», dice Alexander Hubbard, del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, en Estados Unidos.

(Imagen ampliable) Formación de planetas a partir de polvo alrededor del Sol. Imagen: University of Copenhagen/Lars Buchhave

Estos planetas son los primeros cuatro del sol: Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. En su mayoría están formados por roca y hierro, cuyas partículas no se adhieren fácilmente.

Según Hubbard, podrían haber sido lo suficientemente pegajosas si hubieran contado con un revestimiento de nieve y alguna viscosidad orgánica, dice Hubbard. Pero a pesar de todos los océanos presentes en la Tierra y de la cantidad de vida basada en el carbono, nuestro planeta tiene muy poca agua o carbono para validar esta explicación.

Ahora Hubbard ha sugerido una solución intrigante para el difícil nacimiento de la Tierra. El artículo ha sido publicado en el Astrophysical Journal Letters. En 1936, una estrella ‘infante’ comenzó a brillar más, finalmente llegando a alcanzar un brillo 100 veces mayor al original. FU Orionis, como se le conoce ahora, ha mantenido su brillo desde entonces, y además se ha observado este mismo fenómeno en otros infantes estelares.

Un rayo de sol

¿Y si el sol recién nacido también lo hubiera hecho? El estallido habría fundido parcialmente los granos de polvo, haciéndolos lo suficientemente pegajosos como para convertirse en las semillas de Mercurio, Venus, Tierra y Marte.

«Esperas de forma natural un patrón de planeta terrestre que se parece mucho al de nuestro propio sistema solar si tienes un evento similar al de FU Orionis», dice Hubbard.

Mientras tanto, en sistemas solares que no experimentaron tal erupción, los granos de polvo sólo llegarían a fundirse más cerca de la estrella, dando paso a sistemas compactos como Kepler-11, según sugirieron otros astrónomos en 2014. [Como explicamos en esta historia, es posible que nuestro sistema solar surgiera de la explosión de una pequeña estrella.]

«Es una idea interesante», dice Andrew Youdin de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, señalando la dificultad de explicar la formación de planetas terrestres. «Claramente tenemos un gran problema aquí, así que todas las ideas deben ser examinadas».

El modelo de Hubbard también explica el diminuto Marte, que es sólo la mitad del diámetro de la Tierra.

«Marte es muy pequeño», dice. La mayoría de los científicos culpan a la interferencia gravitacional del gigante Júpiter, una idea que se remonta al filósofo prusiano Immanuel Kant en 1755 [y que, como explicamos aquí, también salva a la Tierra de los asteroides].

Pero puede que Júpiter sea inocente. Una explosión de FU Orionis no derretiría granos de polvo mucho más allá de la órbita de la Tierra. A la distancia a la que se encuentra el planeta rojo, dice Hubbard, «la temperatura máxima no se alcanzó durante suficiente tiempo como para que los granos fundidos crecieran lo suficiente».

Como resultado, Marte tenía poco material para formarse, y así terminó con una masa sólo un 11 por ciento la de la Tierra, dice.

Artículo original publicado por New Scientist. Revisado y traducido por ¡QFC!

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