Quizás muchos no conozcan que la Luna, año tras año desde que se formó, se va alejando de la Tierra de manera lenta, pero constante. Y aquellos que lo sepan, quizás no conozcan el mecanismo por el que esto sucede.
Lo cierto es que explicarlo no es tan sencillo como parece. Hay varias fichas de dominó que juegan un papel importante, así que expliquemos este proceso paso por paso.
¿De dónde viene la Luna?
Ha sido nuestra vecina durante la mayor parte de la existencia de la Tierra, pero la manera en que llegó ahí ha sido debatida sin descanso a lo largo de las décadas.
Simulación plausible sobre la colisión que daría origen a la Luna. Fuente: Southwest Research Institute
Hoy en día se cree que la Luna es el resultado de una formidable colisión ocurrida hace cosa de 4.500 millones de años. Esta teoría surgió en los años 70 y desde entonces ha gozado de gran popularidad. La composición tanto de la Tierra como de la Luna es tan similar que es fácil comprender su mismo origen.
La Tierra, a lo largo de su creación, sufrió multitud de impactos que terminaron por otorgar un volumen, rotación y composición únicos. Pero en aquellos tiempos la Tierra se estaba formando dentro de un Sistema Solar que a su vez se encontraba en evolución, con material de todo tipo formando cuerpos variados en su forma y tamaño.
Parece ser que un planeta hermano de la Tierra (por su composición casi idéntica) pero de un tamaño similar a Marte (según respaldan las simulaciones) terminó por impactar con la Tierra, expulsando cantidades ingentes de material al espacio que, tras colapsar, terminaron por formar la Luna.
La Luna regula las mareas en la Tierra
La Luna es el quinto satélite mayor del Sistema Solar. A pesar de su tamaño, es demasiado pequeña como para albergar una atmósfera ya que carece de la suficiente capacidad de atracción para atrapar los gases (posee una, pero es tan débil que, aquí en la Tierra, la consideraríamos un vacío). No obstante, su efecto sobre la Tierra es lo suficientemente fuerte como para notarse a diario.
Dado su efecto gravitatorio, la Luna atrae hacia sí a la Tierra (y viceversa). Como podemos comprobar cada noche, el efecto no provoca que ambos cuerpos colisionen y se fusionen, y esto es así porque la Luna se encuentra en órbita constante alrededor de nuestro planeta. La fuerza de atracción se ve compensada por la fuerza de escape que provoca la traslación y así ni cae sobre nosotros, ni sale despedida.
En la Luna, no existen signos evidentes de esta atracción de la Tierra, pero en la Tierra, la masa líquida se deja llevar por el compás de la Luna. De este modo, surgen las mareas.
Cómo se sitúan las mareas por delante de la Luna
Dado que la Tierra se encuentra en constante rotación, la gran masa líquida que suponen las mareas terrestres se sitúa por delante de la Luna. Es decir, la Luna atrae hacia sí el agua de los océanos, y la rotación de la tierra hace que esta ingente masa acuática se sitúe ligeramente por delante del satélite.
Para la Luna, esto significa que ahora existe una mayor cantidad de energía que se transfiere desde la Tierra, por lo que su órbita se ve “alimentada.” Como consecuencia, al desplazarse más rápido, la Luna se sitúa en una órbita más alta, provocando una separación de nuestro planeta.
¿Y cuánto es esta separación?
Se ha calculado con gran precisión la velocidad a la que la Luna se aleja de la Tierra, y esta es de 3,78 centímetros al año. Para hacernos una idea, esta velocidad es similar al crecimiento de las uñas.
Es cierto, no parece mucho, pero en el momento de su creación, se cree que la Luna se situaba a unos 22.500 kilómetros de distancia de nuestro planeta. Parece una gran distancia de por sí, pero hoy día la misma es de unos 385.000 kilómetros.
Y no sólo esto. Conforme la Luna se alea de la Tierra, su efecto sobre ésta disminuye. La Tierra, a lo largo de los últimos 4,5 mil millones de años ha perdido velocidad en su rotación, y las 5 horas que duraba un día terrestre entonces se han convertido en las 24 horas que conocemos hoy en día.
Conforme la Luna se aleja y su efecto sobre la Tierra disminuye, podría llegar un punto en que nuestro planeta se volviera inestable, ya que se necesita una velocidad de rotación mínima para mantener su “baile” constante.
Por supuesto, en nuestra escala temporal, y probablemente en la escala temporal de la historia de nuestro planeta, nunca llegará un punto en que la Luna se aleje tanto como para dejar sin efecto a la Tierra, y ésta nunca llegará a decelerar lo suficiente como para volverse inestable. Para entonces, el Sol probablemente ya se habrá convertido en una gigante roja con un diámetro 200 veces mayor que hoy en día, engullendo a Mercurio, Venus, la Tierra, y quizás Marte.
No es la Luna la que nos debería preocupar, y dada la escala temporal a la que el Sol devoraría nuestro planeta, tampoco éste. Tendríamos suerte de seguir vivos, como raza, para entonces.