A pesar de que reside en playas turísticas, tranquilas y apacibles, el árbol del manzanillo (Hippomane mancinella) parece estar empeñado en llevar hasta sus últimas consecuencias su venganza contra la humanidad.
Este árbol se puede encontrar en el Caribe, las Bahamas, el Golfo de México, partes del norte de América del Sur, las Islas Galápagos y hasta en Florida, Estados Unidos. Cuando los españoles encontraron por primera vez este árbol durante su conquista de las Américas, lo llamaron el «árbol de la muerte». Simplemente tocar su corteza te puede dejar con quemaduras químicas, aunque su notoriedad y la toxicidad residen principalmente en su fruto. La ingestión de la dulcemente perfumada fruta puede causar vómitos severos, diarrea y convulsiones.
Nicola Strickland, una radióloga consultora, escribió sobre su encuentro con la «manzana de la muerte» durante sus vacaciones caribeñas en Tobago. Tras de confundirla con un fruto similar a la manzana, tanto ella y su amiga tomaron un pequeño bocado. Momentos después, el sabor «picante» en su boca se convirtió en una sensación de ardor y en pocos minutos se encontraban tratando de respirar mientras sus vías respiratorias comenzaban a cerrarse. De manera simultánea, desarrollaron un fuerte dolor en el cuello conforme la toxina comenzaba a filtrarse por los ganglios linfáticos. Strickland y su amiga tuvieron la suerte de salir con vida, si bien se especula que sobrevivieron puramente porque comieron una cantidad tan minúscula.
El árbol contiene muchas toxinas. Sin embargo, se cree mayoría de los efectos indeseables provienen del compuesto orgánico forbol. Sorprendentemente, prácticamente cada parte del árbol contiene estas toxinas: desde su corteza hasta su savia.
Hay incluso historias de tribus del Caribe que utilizaban la savia como un instrumento de tortura «al natural». Después de atar a sus cautivos al árbol, lo único que tenían que hacer era esperar a que lloviera para disolver la savia del árbol en agua y provocar que se impregnara su cuerpo de ella. La savia contiene tal cantidad de toxinas, que el mero contacto con la piel puede causar ampollas, ardor e irritación severa.
«¿Y por qué no los quemamos y enviamos a esos árboles al infierno?,» quizás se te ocurra pensar. Por desgracia, prender fuego a la madera producirá humo, lo que provocará la irritación masiva de los ojos e incluso se conoce que puede llegar a causar ceguera temporal.
Puede parecer el peor árbol de la Tierra. No obstante, a menudo se avista a las iguanas viviendo entre sus ramas e incluso comiendo de su fruto.