La aplicación de impuestos a la comida basura y subsidios a las opciones más saludables podría ahorrar a Australia [el país donde se ha realizado el estudio] miles de millones de dólares en enfermedades evitadas a la población. Un estudio que examinó los hábitos de los consumidores considera que este enfoque “a dos bandas” debería ser más eficaz que uno basado únicamente en impuestos.

Para combatir el constante aumento en la tasa de obesidad [que, a pesar de que muchos se empeñen en decir lo contrario, no atiende a cuestiones genéticas], las enfermedades del corazón, la diabetes y el cáncer, muchos países están considerando la imposición de gravámenes sobre los alimentos poco saludables. Francia, México, Noruega y un puñado de ciudades en los EE.UU. ya han aplicado impuestos a bebidas azucaradas, y el Reino Unido comenzará a hacerlo en 2018. En Hungría, un llamado «impuesto a las patatas fritas» se dirige a los alimentos envasados ​​con alto contenido de azúcar o sal. [Este problema es creciente, especialmente ahora que en el mundo, la población obesa ha pasado a ser mayoritaria. Puedes leer más acerca de esto aquí.]

Pero hasta ahora, tales impuestos sólo han tenido efectos modestos. En México, por ejemplo, el consumo diario de refrescos sólo disminuyó en 12 mililitros por persona durante los 12 meses posteriores a la introducción del impuesto en enero de 2014. Todavía es demasiado pronto para saber si esto implicará una reducción de las enfermedades.

(Imagen ampliable) La mejor manera de aplicar impuestos sería de forma combinada sobre la grasa, la sal y el azúcar.

Podrían lograrse mejores resultados si los esfuerzos se dirigieran a una gama más amplia de alimentos poco saludables al la vez que introduciendo un sistema de incentivos del estilo del “palo y la zanahoria”, según refleja la investigación de Linda Cobiac y sus colegas, en la Universidad de Melbourne, Australia, publicada en la revista PLOS.

Su propuesta es gravar todos los alimentos con alto contenido en azúcar, sal o grasas saturadas, exceptuando aquellos alimentos integrales como la carne y la leche. Al mismo tiempo, abogan por los subsidios del gobierno para abaratar el precio de frutas y verduras. Esto evitaría que las facturas globales de alimentos de los hogares aumentaran.

Los modelos del equipo demostraron que esta estrategia combinada agregaría casi 500.000 años adicionales de la vida sana a la población de Australia, que es de 23 millones. También debería ahorrar más de 3.000 millones de dólares australianos en costes de atención médica [que en un futuro podría incluir soluciones tan novedosas como la ingesta de nanopartículas que luchen contra la grasa] durante el resto de las vidas de todos los australianos vivos hoy. [Puedes leer más acerca de los efectos nocivos de este tipo de dietas en nuestra historia sobre cómo las dietas ricas en grasa influyen en el desarrollo del cáncer]

Los impuestos funcionan mejor

Para calcular estas cifras, el equipo examinó investigaciones anteriores sobre cómo los impuestos cambian los hábitos de compra de la gente. También revisaron los vínculos entre la dieta y la obesidad, las enfermedades del corazón, la diabetes y el cáncer, y calcularon cuánto cuestan estas enfermedades al sistema de salud.

Enfocarse al mismo tiempo en el azúcar, la sal y la grasa saturada es una buena idea, dice Gary Sacks de la Universidad de Deakin en Melbourne, Australia. «Sabemos que existen múltiples nutrientes que contribuyen a dietas poco saludables, por lo que esto es mejor que simplemente demonizar el azúcar, la sal o la grasa cada uno por su lado», dice. «Cualquier cosa que fomente un incremento en la ingesta de frutas y verduras también es bienvenido».

No obstante, el gobierno australiano no tiene planes de gravar los alimentos no saludables o subsidiar las frutas y hortalizas. A su vez, anunció recientemente que alentará a la industria alimentaria a reformular sus productos para que contengan menos azúcar, sal y grasas saturadas, y más cereales integrales y verduras.

(Imagen ampliable) La población australiana está de acuerdo en gravar el azúcar, la sal y la grasa si eso ayuda a reducir la obesidad infantil.

Las encuestas han revelado que la mayoría de los australianos estaría a favor de gravar la comida basura si el dinero se gastara en la lucha contra la obesidad infantil. Una cuarta parte de los niños australianos tiene sobrepeso u obesidad.

Otras estrategias para reducir el consumo de comida basura incluyen la restricción de la comercialización dirigida a los niños, el etiquetado de alimentos poco saludables, e incentivar a los fabricantes de alimentos para que utilicen menos azúcar, sal y grasas saturadas. «Pero la evidencia demuestra que el impuesto a los alimentos es casi siempre la opción más efectiva», dice Sacks.

Artículo original publicado por New Scientist. Revisado y traducido por ¡QFC!