Un nuevo estudio científico termina de una vez por todas con la discusión sobre una teoría firme que pudiera explicar las notables capacidades cognitivas del ser humano: que la evolución humana implicó la expansión selectiva de la corteza prefrontal del cerebro.
Lo hace mediante la determinación de que la región prefrontal del cerebro que organiza el pensamiento abstracto, la planificación compleja y la toma de decisiones contiene la misma proporción de neuronas y llena el mismo volumen relativo tanto en primates no humanos como lo hace en los seres humanos.
«La gente tiene que abandonar la idea de que el cerebro humano es excepcional», dijo Suzana Herculano-Houzel, neurocientífica de la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos, quien dirigió el estudio. «Nuestro cerebro es básicamente un cerebro de primate. Debido a que es el mayor cerebro de los primates, tiene una característica distintiva: contiene el mayor número de neuronas corticales de cualquier primate. Los seres humanos cuentan con 16 mil millones en comparación con las 9 mil millones en los gorilas y los orangutanes y las seis a siete mil millones en los chimpancés. [Nuestro cerebro] es notable, pero no es excepcional». No hace mucho vimos en ¡QFC! en nuestra historia «¿Cuál es el secreto del cerebro humano?» una charla TED en la que Herculano-Houzel exponía esta idea de forma magistral. Si quieres recordarla (y te lo recomendamos), puedes verla aquí.
En su libro de divulgación científica “The Human Advantage: A New Understanding of How Our Brain Became Remarkable” [La ventaja Humana: Una nueva comprensión de cómo nuestro cerebro se volvió excepcional”], Herculano-Houzel explica cómo el cerebro humano se hizo tan grande, incluso más grande que el cerebro de los gorilas y los orangutanes, cuyos cuerpos son mayores que los nuestros. Su respuesta es sorprendentemente simple. Se debe a la invención de «la cocina».
La científica ha determinado que la cocina permitió a los primeros seres humanos superar la barrera energética que limita el tamaño de los cerebros de otros primates. No obstante, cuando los cerebros humanos se hicieron más grandes mantuvieron la estructura básica del cerebro de los primates, incluyendo el tamaño de la corteza prefrontal, como muestra los hallazgos de su último estudio. La comparación del tamaño relativo de la región prefrontal en el cerebro de los primates se describe en el artículo titulado «No se dio una expansión relativa en el número de neuronas prefrontales en la evolución de los primates y los humanos» escrito por Herculano-Houzel y la becaria postdoctoral Mariana Gabi, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
Los investigadores compararon los cerebros de siete primates no humanos de diferentes tamaños: el macaco de cola de cerdo, el macaco cangrejero, el babuino, el mono tití, el galago, el mico nocturno y el capuchino, con el cerebro humano. Hallaron que ambos primates, los no humanos y los humanos, dedican un 8 por ciento de sus neuronas a la región prefrontal de la corteza. Además, se determinó que los volúmenes de sustancias gris y blanca en la región prefrontal humana y coinciden con los volúmenes esperados en el número de neuronas y otras células en la sustancia blanca en comparación con otros primates. Quizás de ahí que compartamos tantas similitudes con ellos, descubriendo también en ellos acciones que creíamos únicamente humanas, como la asistencia en el parto, sobre la que puedes leer aquí, la posible existencia de rituales sagrados, que puedes leer aquí, el control de la voz, que es un paso previo al habla, que puedes ver aquí o incluso el desarrollo de su propia tecnología, que ha hecho a grupos de simios entrar en su propia edad de piedra, que puedes ver aquí (mucha información para digerir).
Cocinar nos permitió superar una barrera energética que limita el tamaño de los cerebros de otros primates. «Nuestros grandes cerebros son muy costosos. Utilizan el 25 por ciento de toda la energía que el cuerpo necesita cada día», explicó Herculano-Houzel. «La cocina nos permitió superar una barrera energética que limita el tamaño de los cerebros de otros primates».
Tomemos el caso del gorila. Debe pasar por lo menos ocho horas diarias buscando comida y comiendo para mantener su cuerpo y cerebro. El cerebro humano es tres veces más grande que el del gorila. Si un gorila tuviera un cerebro del tamaño de un ser humano, tendría que pasar una hora y media al día adicional buscando alimentos. Sencillamente, no hay suficientes horas en el día para permitirle al gorila mantener un cerebro mayor. Del mismo modo, si los humanos comieran igual que cualquier otro primate, tendríamos que pasar nueve horas y media diarias comiendo. Todos y cada uno de los días.
Ahí es donde entra el papel de la cocina. «Por ‘cocina’, me refiero a cortar, trocear, desmenuzar, básicamente todo tipo de preparación de alimentos», explicó Herculano-Houzel. «Toma una sola zanahoria [como ejemplo]. Si la comes cruda, necesitarás entre 10 y 15 minutos de masticación vigorosa y tu sistema digestivo sólo capturará alrededor de un tercio de las calorías. Pero si cortas la zanahoria y la cocinas durante unos pocos minutos, tardarás sólo unos minutos en consumirla y tu cuerpo aprovechará el 100 por cien de las calorías».
El origen de la cocina, como Herculano-Houzel lo define, data de hace unos 2,5 millones de años, con el desarrollo de las primeras herramientas de piedra. Entre otras cosas, estas herramientas de piedra eran las primeras procesadoras de alimento hechas por el hombre, lo que permitió a nuestros antepasados cortar, picar y machacar los alimentos. Las primeras evidencias del uso controlado del fuego datan de hace unos 400.000 años, si bien se han encontrado recientes indicios de fuego en Murcia, España, que indican que su uso se remonta hasta hace, por lo menos, 600.000 años, la fecha más temprana encontrada en el continente europeo. Puedes leer más acerca de este descubrimiento en nuestra historia «Encuentran en España la evidencia más antigua del uso de fuego por el hombre en Europa,» aquí.
«Esos primeros fabricantes de herramientas tenían cerebros aproximadamente el mismo tamaño que los gorilas. Pero, a partir de hace aproximadamente 1,8 millones de años, los cerebros de nuestros antepasados comenzaron a crecer de manera constante, triplicando su tamaño a lo largo de los próximos 1,5 millones de años», explica Herculano-Houzel.
«Es increíble que algo que ahora damos por sentado, ‘el acto de cocinar’, resultó ser una tecnología transformativa que nos dio los grandes cerebros que nos han convertido en la única especie en estudiarnos a nosotros mismos y generar conocimiento que trasciende lo que se observó de primera mano; [en ser la única especie] en manipularse, corrigiendo sus imperfecciones con avances como las gafas, los implantes y la cirugía y cambiando así las probabilidades de la selección natural, y [en ser la única especie] en modificar su entorno de una manera extensiva (para bien y para mal), extendiendo su hábitat a lugares improbables».